jueves, 17 de enero de 2013


EL ACTOR QUE QUISO SER CAPITAN DE GUERRA.

Una aproximación desde un caso judicial

al teatro de la Nueva Granada durante la Colonia.

The actor who wanted to be war captain.

An approach since a judicial case

 to the theater of the Nueva Granada during the Colony   

 


 

Los casos judiciales son una fuente histórica primaria valiosa, los procesos van más allá  del conflicto a nivel judicial,  hablan de la manera de pensar de una sociedad en una época determinada. Vayamos dentro de los eventos particulares  en un pueblo olvidado de la mano de Felipe Acosta para hablar del teatro en la Nueva Granada con la excusa de entender, por qué el trabajo de este hombre como actor resulta un obstáculo para acceder a un cargo burocrático.

 

Palabras Claves: teatro en la Colonia, Ayapel, perjuicio teatral, Capitán a Guerra.

Key words: theater of the Colony, Ayapel, theatrical prejudice, war Captain.

 

HECHOS

Ubiquémonos en el año 1793 en la Villa de Ayapel, donde Francisco Codeso y Don Gregorio Zaragoza entrarían en polémica con Felipe Acosta, los hechos según los demandantes son los siguientes[1]:

 

Excelentísimo señor: Juan Joseph Caballero Procurador apoderado de Don Francisco Codeso, Theniente de Capitán de Guerra de la Villa de Ayapel, y residente en esta Capital, ante V.E con el debido respeto, y en la mejor forma de derecho digo: que hallándose mi parte ejerciendo el citado empleo en virtud del título que le confirió con la suficiente facultad el Capitán de Guerra propietario Don Faustino Lorenzo Gómez como consta con la debida solemnidad presento: fue requerido por Don Felipe Acosta para que se pusiese en posesión del Empleo de Capitán de Guerra de dicha Villa, mandándole al efecto un oficio simple al citado mi parte: pero cuando este contándole, se le apareció el mismo día de la remisión  del oficio el consabido Acosta con vara alta; y auxiliado de diez o doce hombres, pidiéndole a dicho mi parte lo diese a reconocer por Juez: Sin embargo se que Don Francisco Codeso se sorprendió por aquel repentino asalto de Acosta, y su comitiva, le contesto urbanamente no tener embarazo en acceder a su solicitud siempre que le hiciese presente el Superior Nombramiento de su elección, y acreditase haber (afianzado) los reales intereses que iba a.., como también el Juicio de residencia. Hizole fuerza esta convención a Acosta, no obstante su intrepidez y la resistencia al principio manifestó cumplir con estos requisitos; y le entregó entonces a mi constituyente unos papeles invitando de nuevo a que le pusiese prontamente en posesión, y diere a reconocer. Mi parte le repitió no poder ejecutar con aquella presteza, porque tenía que imponerse en ellos, y copiarlos en los Libros Capitulares conforme a la práctica, exigiéndole después de esto el juramento de fidelidad acostumbrado con los demás solemnidades del (caso), para todo lo cual necesitaba de algún tiempo. Pero el efecto que produjeron en el ánimo de Acosta tan juntas especulaciones fue que manifestándose con ellas sentido prorrumpió en injuriosas expresiones contra mi parte tratándole mal criado, desatento, y otras a este ..; y tomándose autoritariamente unas facultades que aun no tenia, dio voces con tono dominante, y de alboroto pidiendo favor al Rey. Conmovida con esta exclamación la gente que le acompañaba, ya quienes animaba el mismo espíritu de apelación que a Acosta trataron de insultar, y acometer a mi parte sin reparar a que estas injurias la irrogaban a la misma real autoridad que imploraba Acosta, por hallarse de ella vestido mi parte. A de tan… procedimiento, temió mi parte algún desacato, desastre, y para precaverlo tuvo también de pedir favor al rey, a cuyas voces no obedeció otro quien Don Gerónimo Zaragoza vecino lomado de aquella Villa: pero como las fuerzas de los insultantes eran superiores a las nuestras, se vio mi parte acometido de uno de aquellos nombrando Pantaleón Esqueda de quien por un raro accidente pudo escapar ileso, aunque no sucedió así con la vara, la cual se quebró en la refriega; y en ella corrieron casi igual fortuna los papeles que Acosta había entregado a mi parte pues cayeron al suelo ignorando este igualmente qué su contenido, que sujeto los abrió, como también quien de estos tumultuarios tomó una escopeta que tenia dentro de su casa el citado Codeso mi parte. Después de esto salió Acosta con su gente a la calle con la espada en la mano llamaba a todos los habitantes de Ayapel, a que tomasen sus armas, y le viniesen a auxiliar en la empresa y como no concurriesen se retiró a Casa del Cura Doctor Don Benardo Agrasso promotor de estas inquietudes, y allí trataron ambos de mover a los  vecinos contra mi parte dándoles aguardiente que les repartían con abundancia y acalorado más Acosta con esta disposición, le envió un (embajador) a mi parte que lo fue Jospeh Antonio Gómez, avisándole que (aprontase) su gente para que el combate que se iba a dar, que ya él tenía pronta la suya. Y como aquel le contestase, que se abstuviese de molestarle, porque a mas de los juntos motivos que le había expuesto para resistir a su solicitud había otro más grave, a saber que el recurso que los vecinos habían hecho a este Superior Gobierno sobre el particular suyo () estaba pendiente, y por cuyo inconveniente habían requerido a () mi parte con las potestades que se advierten en el  escrito que testimonia presento con igual solemnidad: más irritado entonces Acosta con esta respuesta trato con mayor ardor de congregar gente a fuerza de bebida, con armas así blancas, como de fuego, para acometer a mi parte y a  que le (reconociera) como Juez. Temiendo este de algunos fatales resultados, en caso… sus facultades, y defenderse se contumelias e insultos de aquel hombre provocativo e intrépido: resolvió más bien retirarse en compañía del citado Don Gerónimo Zaragoza, abandonando entre ambos su casa y Hacienda. Así lo ejecutaron yéndose a Magangue…”[2].

 

Se trata de forma sucinta, de un asunto de orden público ante la petición y posterior negativa de ser investido el señor Felipe Acosta de las calidades de Capitán a Guerra. Expone entre los argumentos el demandante, que existe en Felipe Acosta una inhabilidad insuperable para acceder al cargo, a saber:

 

“Perjudicial a aquella República la profesión de Acosta. El primero la incapacidad de este respecto a su condición, y el segundo la dañada invención con que se ha solicitado el empleo.  En primer lugar  es (confiante) en la Ciudad de Cartagena patria del señor Acosta,  que este fue cómico asalariado en el Coliseo de ella.  Este es un defecto de tanta nota en un sujeto que el Derecho no solo inhabilita al que le () para poder obtener el noble  empleo de Judicatura, si no que aún los declara por viles e infames  a los que se ejercitan por paga en los teatros públicos. Es tan excelso el oficio de los Jueces que los Santos Padres, y la sagrada escrituras los llaman ministros, y simulacro de Dios, y en Éxodo y en varios salmos se les da el tratamiento (hoja 1 recto) de dioses; cuyos sagrados y sublimes () exhiben en la persona del juez una correspondiente excelencia y se podría () está en la persona de un juglar, un  (), cómico como Don Felipe Acosta. Yo lo que se es que los sabios políticos (rechazan) a este genero de gentes por indigno aun se representan comedias a lo (divino), cuanto pues no lo serán para empuñar el sacro-santo () de la justicia.”[3]

 

El denunciante se acompaña además otros argumentos cuando dice:

 

Por otra parte, tiene Acosta la notable habilidad de ser sumamente pobre, circunstancia incompatible con el desinterés e integridad que deben adornar la persona de un juez recto e incorruptible. Es sabido en Ayapel que Acosta salió prófugo de Cartagena, porque  la Justicia de allí lo iba ejecutar por la cantidad de veinticinco pesos que le  demandó un acreedor; y en el mismo (hoja 1 verso) Ayapel es notorio que su miseria, e indigencia le han le han constituido en el () de fámulo,  o sirviente del Doctor Don Bernardo Agrasso Cura de dicha Villa.” (Hoja 2 Recto)

 

ANTECEDENTES

Existe un antecedente en esta misma provincia en el año 1875 (es decir solo 8 años antes), que fuera reconstruido por el maestro Fals Borda como antecedente importante de contrapoder popular en la Costa. El maestro realiza junto con los habitantes contemporáneos de Ayapel una reconstrucción de los hechos, y lo interpreta como una revuelta Comunera en la Costa Atlántica, el hecho es mejor conocido por los historiadores como el Bunde rebelde, y resulta de intereses  porque extrañamente de nuevo esta comprometido el tema del teatro:

 

Para celebrar la fiesta de Cristo de los Milagros (que todavía tiene un nicho en la iglesia local, junto a Nuestra Señora de la O), el maestro carpintero Miguel Rodríguez y otros amigos suyos –todos morenos libres- habían organizado una comedia, que empezó a representarse en el atrio de la iglesia sobre un tablado, ante casi todo el pueblo. Habría algún desorden. A media marcha de la representación, uno de los asistentes “echó un chiste de gracejo y se rió todo el congreso”. Estando en la bulla, saltó el capitán a guerra encargado, teniente Rafael Gómez, y grito: “¡Cállense, perros zambos, y dejen representar!”, a lo cual le respondía una señora: “¡Cállate vos, hijueputa!”. “Más hijueputa sois vos!, le respondió el teniente. Y allí se armó Troya.(…) Ahora al querer hacer valer el teniente su autoridad, el tiro volvió a salirle por la culata. Un buen grupo de espectadores, entre ellos Evaristo, y Domingo Zabaleta, Diego Urieles, Dionisio Esguerra, Cleto y Fernando Miranda y Joaquín Nieto se fueron de la plaza a la casa de Manuela Guerra, colocaron lanzas escondidas detrás de las puertas, y allí en el gran pito sombreado de mamones y tamarindos, armaron por su cuenta un “cangilón de bunde” a pesar de que amenazaba tempestad.

 

Cuando el teniente Gómez empezó a oír el tum-tum de la tambora en medio de los truenos, mandó recado con un mozo para prohibir la fiesta por no tener el permiso de las autoridades. El mozo volvió con la consabida respuesta: “¡Que venga ese tenientucho a cerrarnos!”. Gómez se levantó, furioso, de la cama y, acompañado de un amigo, se dirigió al bunde. Allí le esperaban con rechazó: “Fuera de aquí, que no lo queremos ni aún por prójimo; embárquese y váyase!” “Echen ese blanco para afuera!. A lo que reculó el teniente y, perseguido por los del bunde con sus lanzas, salió corriendo y se refugió en la casa parroquial.

 

Sobrios ya por lo hecho, muy temprano al día siguiente los fiesteros decretaron cabildo abierto y fueron en masa donde Juan Andrés Troncoso, un distinguido “hijo de la tierra” (al parecer pequeño productor), lo levantaron del lecho y lo proclamaron nuevo juez y capitán a guerra de la “comuna de Ayapel”[4]

 

La reconstrucción que hiciera Fals Borda nos permite conocer que el  caso de 1793 no fue el único antecedente donde el pueblo de Ayapel en aparente asonada impone su Capitán a guerra, y de manera paradigmática en ambas oportunidades (1781 y 1793), el teatro se encuentra involucrado aunque de manera algo distinta. De un lado el bunde rebelde tiene su detonante en una representación teatral religiosa, una comedia para conmemorar la fiesta del Cristo de los Milagros y en el segundo uno de los argumentos contra la persona de Felipe Acosta, es el haber sido actor de teatro.

 
FUNDAMENTOS HISTÓRICOS Y SOCIALES

LOCALIZACIÓN

Ayapel en la actualidad es un municipio de Córdoba. El origen de la palabra Ayapel, se remonta al relato del Coronel Joaquín Acosta cuando en 1534 Alonso de Heredia, comandando una expedición española incursionó en la región:

 

…aminaba la gente castellana á la ventura á consecuencia de haberse muerto los indios que servían de guías, cuando dieron en un pueblo pequeño, que era el principio de los dominios del poderoso cacique Yapel ó Ayapel. Avisado éste, y creyendo destruir de un solo golpe y por sorpresa á sus invasores, de cuyo corto número había tenido noticia cierta, situó una emboscada de dos mil guerreros entre el pajonal de un lado y otro de la senda que conducía al pueblo principal, el cual se veía en una eminencia. Quizá habrían acertado el golpe los indígenas y logrado envolver á los españoles, que marchaban desordenados, si los penachos de plumas de varios colores que sobresalían, no hubieran hecho descubrir á los de á caballo la celada. Cuando los Ayapeles notaron que los castellanos hacían alto y se preparaban al combate, cayeron sobre ellos con la grita que acostumbraban todos los indios en semejantes ocasiones, por donde se llamaron guarábaras estas refriegas, algazara que se convirtió en un silencio mortal que era señal de la retirada luego que los aceros españoles dejaron la tierra tinta en sangre de aquellos indígenas de los cuales cogieron algunos prisioneros que destinaron á cargar los equipajes. Eran aquellos gallardos, bien dispuestos y esforzados; de ellos se supo que todo aquel territorio dependía del cacique Ayapel, que habitaba en un lugar alto, adornado de huertas frondosas, casas aseadas y calles regulares[5]

 

Una forma trágica de teatralidad, donde son los accesorios usados por los indígenas son los que darán la ventaja a los españoles.

 

Sobre Ayapel, nos cuenta el maestro Fals Borda:

“Una parte de los derrotados zenués que eran vasallos de Yapé, el cacique local, se habían retirado de sus caseríos, en la ciénaga de Cañahuarte, a los montes de alto San Jorge, donde algunos misioneros fundaron para ellos un pueblo, el de San Cipriano. Dejaron a Yapé para que se convirtiera en 1584 en la villa de libres de Ayapel (por decisión del gobernador Juan de Rodas Carvajal), así fueran estos blancos, mestizos, zambos o mulatos.

 
Ayapel era un pueblo de pequeños ganaderos, agricultores y pescadores dispersos por la cuenca fluvial en laderas o caseríos como Santa Rosa…[6]
 

1.1.El camino de Ayapel

El camino de Ayapel fue una de las vías importantes de comunicación del virreinato de la nueva granada:

 

Comunicaba la villa de Medellín con la población de Ayapel, en las sabanas de Tolú y la Gobernación de Cartagena. Este camino fue abierto entre 1774 y 1776, por el gobernador Francisco Silvestre, con el fin de agilizar el tráfico de mercancías, los costos de transporte y comunicar Antioquia con Cartagena. 

Saliendo de Medellín y durante dos jornadas, el viajero caminaba por la orilla del río Cauca, hasta llegar a la población del Remango, a partir de la cual se iniciaba el ascenso a la Montaña de San Juan de Rodas. Terminando el paso de la montaña, se bajaba a San Jerónimo del Monte, puerto sobre el río San Jorge y lugar en el cual se embarcaban las mercancías y los viajeros, hasta llegar a Ayapel y de ahí por tierra a Cartagena. Con este nuevo camino se lograron disminuir el tiempo, los costos y los riesgos del viaje, y el comercio empezó a florecer.[7] 

 

Este camino de Ayapel, suponemos fue el que recorrió  el señor Felipe Acosta oriundo de Cartagena para llegar a Ayapel.

2.      FELIPE ACOSTA, ¿JUGLAR, BUFÓN, TROVADOR, ACTOR?
Si bien es cierto al señor Felipe Acosta se le llama además de cómico de teatro, juglar, este último es un término despectivo para referirse a un  actor de teatro, no se trata como en la tradición europea, donde el juglar es visto como un precursor de la literatura y se han consagrado varios estudios a estos y los trovadores. El termino juglar es usado con una carga positiva, en la costa de manera más reciente para referirse a los músicos vallenatos.


Norbert Elías, nos brinda esta definición de juglar:

 
los juglares van de castillo en castillo. Se trata de cantores, muy a menudo de bufones y de payasos en el sentido más simple del término. Como tales los encontramos en castillos de los caballeros más modestos y  los de menos importancia. Pero a estos lugares acuden solamente las visitas ocasionales, pues no suele haber en ellos espacio ni interés y, a menudo, ni siquiera hay medios para alimentar y recompensar de modo duradero a un juglar. Espacio, medios e interés por mantener duraderamente a los juglares, solo se encuentran en las escasas cortes feudales grandes. Y dentro del concepto de juglares es preciso comprender una amplia gama de personas que va desde los simples bufones y payasos hasta los cantores y los trovadores. La función se diferencia en relación con el público. Los señores más poderosos y más ricos- lo cual implica, al mismo tiempo, los que se encuentran en la cúspide de la escala feudal-, tenían la oportunidad de atraer a su cortes a los hombres más famosos.[8]

 

MENDEZ PIDAL, los define como “todos los que se ganaban la vida actuando ante un público, para recrearle con la música, o con la literatura, o con charlatanería, o con juegos de manos, de acrobatismo, de mímica, etc.”. En los países románicos existió mucho antes el juglar que el trovador, el juglar es el poeta primitivo que tiene dotes de cantor y actor, mientras que el trovador es un poeta especializado.[9]

 
FOUCAULT: EL BUFÓN Y LA LOCURA.

En la  Europa Medieval, el bufón era “esencialmente el personaje móvil, es decir, alguien que no pertenecía a ningún lugar ni a ningún señor, alguien que no estaba ligado a una ciudad como ciudadano, alguien que circulaba de ciudad en ciudad, de castillo en castillo o de hogar en hogar, errante por excelencia, tan marginal desde el punto de vista geográfico como desde el punto de vista jurídico, era alguien al que no se podía atribuir ni una profesión ni una propiedad[10] ni una pertenencia”[11]

 
Foucault establece cuatro sistemas de exclusión que son característicos de lo sujetos marginales: la familia, la producción, la palabra y el juego. Para lo cual históricamente lo asimila en la edad media con el bufón, un personaje  conocido en la sociedad aristocrática. A este personaje no se le pedía que estableciera familia (aunque podía no ser soltero) ni dedicarse a oficio alguno. Su papel era “decir determinadas cosas que habitualmente un individuo que ocupara un estatus normal no podía decir”, servía de consejero, debía predecir el futuro, desenmascarar mentiras, ironizar sobre los engreídos, etc. El bufón era, en cierto modo, la verdad en estado libre, pero una verdad suficientemente desarmada, suficientemente irónica para ser recibida sin herir ni tener el mismo efecto que si proviniera de alguien normal”.

 
Si intentamos aplicar estos cuatro tipos de exclusiones a Felipe Acosta, vemos que  no se trata  de alguien marginal. En principio sabemos que estaba al servicio de un señor de Ayapel, por lo que mantenía una relación de producción; no sabemos si tenía familia, pero el que se argumente que salió de Cartagena por deudas, nos permite concluir que era capaz de contraer obligaciones, por lo que su palabra tendría valor, era además persona que sabía escribir como lo muestra la firma que aparece repetidamente en los expedientes, e incluso tenía amigos influyentes como el párroco de la región. Aunque por supuesto, todo esto no fuera suficiente para alcanzar el cargo de Capitán de Guerra en una sociedad altamente estratificada.


Sobre la necesidad de vincularse productivamente en la colonia señala Fernando de Trazegnies Granda:

 

Ante todo, debe mencionarse a este respecto que el trabajo es obligatorio dentro del mundo indiano;  que, para quienes no tienen otro trabajo, se convierte en obligatorio específicamente el trabajo físico, es decir, la aplicación del cuerpo y de las fuerzas corporales a la producción de bienes o a la guerra.

 

De ahí que encontremos leyes drásticas contra los vagos. Sin embargo, tenemos ahí un problema de tipificación jurídica: ¿quiénes son legalmente vagos? De primera intención, se consideran como tales a los “vagamundos [sic] y holgazanes, que podrían trabajar y vivir de su afán, pero no lo hacen”. Sin embargo, todavía a fines del S. XVIII, se incluye también dentro de esta categoría a los que enseñan cámaras oscuras, marmotas, osos, caballos, perros y otros animales con algunas habilidades, así como a los que con el pretexto de ser estudiantes o peregrinos o romeros andan vagando por el Reino, como aparece de una Real Cédula de Carlos III del año 1783 . La razón para sancionar a estos “vagamundos y holgazanes” es porque “no tan solamente viven del sudor de otros, sin lo trabajar y merescer, mas aún dan mal ejemplo a otros que los ven hacer aquella vida, por lo qual dexan de trabajar, y tórnanse a la vida de ellos”.  Por este motivo, se condena la ociosidad obligando al ocioso a algún trabajo forzado o incluso a las galeras. A partir del S. XVIII, los llamados vagos son destinados a los regimientos y obligados a tomar las armas, organizándose levas con este objeto. En Indias, los vagos son enviados a trabajar especialmente en las minas, sin perjuicio de que no sean considerados esclavos sino hombres libres que –teóricamente, dentro del Derecho moderno- deberían decidir por sí solos si trabajan o no y dónde lo hacen: “los Negros y Mulatos libres, y ociosos, que no tuvieren oficios, reocupen, y trabajen en la labor de las mina [12]

 

Podemos decir que en la sociedad colonial, existen personajes marginales (como en toda sociedad), y que estos se identifican principalmente con aquellos que no hacen parte de una cadena de producción entre los que se encuentran personas que podrían ser bufones, si entendemos por ellas a estos personajes que muestran cámaras oscuras, o divierten al público con animales. Sin embargo, el señor Felipe Acosta claramente no pertenece a estos, la suya es una actividad teatral en un escenario cultural.

 

Para Foucault, a partir de sigo XVII la sociedad se volvió mucho más intolerante hacia la locura que en la Edad Media, esto lo atribuye a que en este siglo, en Francia e Inglaterra, comienza el capitalismo, vemos como también en América producto de la explotación colonialista se produce el mismo fenómeno, siendo fuertemente condenada la ociosidad.

 

Frente a la exclusión que tiene que ver con el juego, Foucault se refiere en específico a la fiesta de los locos, donde los roles sociales se invierten, al respecto encontramos alguna alusión en la colonia, del mismo autor:

 

“Sin embargo, las canciones tienen además otra función interesante que podríamos denominar como “la administración de la risa”. Según señala Juan Carlos Estensoro, se encuentra en las iglesias americanas –y, en particular, en la catedral de Lima- una gran cantidad de piezas musicales con textos cómicos, burlones. Posiblemente, estas manifestaciones satíricas correspondían a la tradición popular medieval expresada en la Fiesta de los Locos, la risa de Navidad y la risa pascual. Esta risa en el interior de las iglesias tiene por objeto controlar y desahogar la crítica a las autoridades, incluyendo –o quizá sobre todo- a las eclesiásticas. De esta manera, la eventual irritación popular se traducía en una humorada festiva, organizada por la propia Iglesia.[13]

 

No se tienen antecedente de la fiesta de los locos en especifico en la Villa de Ayapel, sin embargo función similar se puede atribuir a estas representaciones de contenido religioso que permiten al igual que la Fiesta de los locos (aunque de manera mucho más restringida que esta última), que se distensionen las relaciones de estatus al punto  que se coloque en riego la autoridad, en el caso de la Fiesta de los Locos de manera temporal para finalmente reafirmas estas mismas relaciones de sumisión, y en el caso de Ayapel se prolonga para llevar a una reacción definitiva como proclamar su propia autoridad.

 

OFICIOS EN LA NUEVA GRANADA

La sociedad colonial fue altamente estratificada lo cual se reflejó en los oficios. Existieron ocupaciones nobles reservadas para los limpios de sangre y oficios plebeyos para mestizos, indígenas y negros y en especial la burocracia fue considerada noble, aún en cargos bajos como escribanos de oficinas públicas, profesiones de jurisprudencia y oficios eclesiásticos. La clase social fue un argumento más en los juicios, al igual que haber ocupado cargos nobles, entre los que JARAMILLO URIBE, señala “oficios concejiles, alcaldías ordinarias y de la hermandad, capitanías a guerra o escribanías”. Capitán a guerra es el cargo que se encuentra en este caso.  Sobre este cargo en Ayapel, señala Fals Borda:

 

“Pero Ayapel contó también con una capa superior de oficiales reales encabezados por el capitán a guerra y juez nombrado por el gobernador de la provincia de Cartagena; las tropas que lo respaldaban estaban acantonadas en la Villa de Mompox, a cinco o seis días de viaje en canoa.” [14]

 

Los argumentos contra el señor Acosta, son explícitos al respecto, los demandantes citan cómo la inhabilidad que el derecho establece para ocupar el cargo, no conocemos sí en efecto existió norma al respecto, también se señala el empleo de judicatura, sin embargo se sabe que el abogado era una profesión noble.

 

El ESTATUS DEL ABOGADO

Existe alguna mayor información sobre el estatus de los abogados en la Colonia[15],  una carrera que junto a las profesiones religiosas y la milicia se consideró de las élites y cuyo mayor éxito profesional estaba en hacer parte de la burocracia.

 

Resulta curioso que precisamente una de las precauciones que tomara la Corona Española, fuera que ningún abogado viajara a la Indias sin un permiso especial, sin embargo llegaron algunos abogados desde España a la Nueva Granada, ocupando principalmente cargos burocráticos.  También se señala un pleito entre la universidad de Santo Tomas que tenía el monopolio en la expedición de títulos de abogacía y el Colegio Mayor de San Bartolomé, esto, dominicos contra jesuitas y entre las razones que alegaron los jesuitas se encontró que era  “necesario promover el estudio del derecho” porque entre otras cosas la mayoría se encontraban en Cartagena y no en Bogotá, también hubo periodos en que se alegó abundancia de abogados. Sin embargo hasta 1783 siguió siendo un monopolio.

 

Sólo muy pocos eran abogados de tiempo completo, dedicándose también a la agricultura y la ganadería, los abogados hacían testamentos, escrituras, atendían asuntos legales de las iglesias etc., pero además tenían que ocupar parte de su tiempo siendo abogados de pobres, por ejemplo visitando cárceles. A pesar de las múltiples funciones que servían los abogados parece que no era una profesión lucrativa, lo que obligaba a combinarla con otra actividad, es interesante porque por un lado la abogacía era una labor noble, pero los abogados podían ser además vendedores de carne, administradores de minas, comerciantes, labores que parece no eran tan nobles. Muchos abogados también eran párrocos, o profesores de derecho en un Colegio local, esto último los catapultaba hacia actividades burocráticas.

 

 Entre los argumentos de los acusadores está el “tener la notable habilidad de ser sumamente pobre, incompatible con la integridad que debe adornar a la persona de juez incorruptible”. El haber salido prófugo de Cartagena, luego de deber veinticinco pesos y ser sirviente de un señor de la villa.

 

 EL TEATRO EN LA COLONIA

 

Al  señor Acosta se le señala como  cómico, y específicamente el de actuar en el coliseo de Cartagena por remuneración. Es escasa la información sobre el teatro en la época de la Colonia, pero Cartagena fue un lugar donde existió bastante movimiento teatral, recordemos que el acusado era oriundo de esta ciudad, y fue allí donde actuó en el Coliseo.

 

Un personaje importante para la historia del teatro en Cartagena fue Juan de Cueto y Mena, un español profesional posiblemente como farmaceuta, quien llegó a la ciudad alrededor de 1636, y estableció una importante botica, fue conocido por su contemporáneos como  intelectual que  escribió varias obras de teatro, al parecer de un gran valor literario algunos de las cuales han sido recuperadas. Este personaje luego tendrá un destino trágico cuando fuera encarcelado por deudas, pero nos  interesa una apreciación que sobre él hiciera un contemporáneo:

 

José Manuel Rivas Sacconi dijo de Juan de Cueto: “No deja de ser extraño que un individuo que ostentaba el grado universitario del  Licenciado ejerciera un oficio que era en aquel tiempo criticado un poco por la sociedad”[16]

 

Esta apreciación y el uso como argumento en contra que se da en nuestro caso al ejercicio de actividad actoral,  dan  elementos suficientes para sostener que durante la colonia existió el perjuicio teatral. El perjuicio teatral ha sido un tema principalmente estudiado por la antropología cultural, principalmente Goody[17] lo considera una particularidad que diferencia el teatro del rito, históricamente en prácticamente todas las culturas y en momentos históricos variados, ha existido cierto rechazo por la representación teatral que explican el que en ciertas épocas en una comunidad exista mayor o menor abundancia de la misma.

 

Los permisos del  Coliseo de Ramírez, actual Teatro Colón, que en principio parecería ser el primer teatro de la Nueva Granada, datan de 1792, mientras nuestro caso es de 1793, y los acusadores señalan que  el  señor Acosta “fue cómico asalariado en el Coliseo de ella” (Cartagena), situación que debió por tanto ser anterior  a 1973, la pregunta que nos surge es, sí se está  haciendo alusión a un coliseo y el teatro Colón no fue anterior a 1972, tendría que haber otro coliseo en Cartagena antes del Coliseo de Ramírez de Santafé. Por fortuna la duda fue resuelta en 1992[18]. En efecto, existió en Cartagena alrededor del año de 1775 un coliseo administrado por el hospital Real de San Lázaro.

 

El hallazgo fue producto del hallazgo de una demanda instaurada por el hospital de San Lázaro de Cartagena, contra los miembros del ilustre cabildo de la ciudad por no pagar la entrada a las comedias.

 

El coliseo fue construido con dineros privados del señor Rafael Antonio Tatis, administrador del Hospital de leprosos, con el fin de aumentar las rentas del Hospital de San Lázaro[19]. En el teatro, según el artículo, se presentaban comedias que al parecer no eran esporádicas. El caso en comento es interesante porque muestra como dentro del teatro existía puestos preferenciales para el Gobernador y Comandante General de Cartagena, el teniente y vicegobernador y los jueces y algunos comerciantes y letrados. La disputa se da cuando un administrador permite la  entrada gratuita para los miembros del cabildo y cuando retoma la administración el señor Tatis, reclama el que se cobre el ingreso para estos, en el fondo, como lo señala el artículo, no se trata de un asunto monetario sino de posición, ya que los miembros del cabildo eran criollos nacidos en América que empiezan a exigir mayores honores.

 

De algún modo, si bien en Ayapel no había coliseo, el caso que hemos tomado como fuente primaria puede ser visto metafórica y visualmente, como el cambio de lugar escénico, es decir, el señor Felipe Acosta que debió ser parte de alguna compañía de Cartagena, tenía un lugar dentro del escenario como actor cómico, pero cuando intenta posesionarse como Capitán de Guerra cambia su lugar del escenario, no sólo hacía platea, sino precisamente un palco de honor, una movilidad que no está permitida incluso hoy en día, es muy difícil que un cómico profesional llegue a ser juez. Esto se relaciona además de por el perjuicio teatral al que ya fuera señalada, a la imagen misma que de juez tiene la sociedad occidental.

 

La autora Judith Porto, nos cuenta que desde inicios del coliseo y hasta 1830 la actividad escénica local estuvo regulada por compañía de aficionados que representaban comedias y sonetos de costumbres o dramas religiosos. Cartagena era fuente de intelectuales ilustrados como gran puerto comercial, la autora señala como: “se dice que de las casas principales salen aficionados actores que memorizan los verso de don Juan Tenorio, también se estudia a Pedro Calderón de la Barca…en fin se hace teatro en los conventos y casas de intelectuales”[20]

 

Por supuesto, que la situación cambia cuando el actor lo hace por paga, luego quizá lo que reprochan los demandantes, además de la actuación, es que el señor Felipe Acosta, recibiera remuneración por esto.

 

En un corto artículo, se realiza un gran esfuerzo por intentar acercarse a lo que representaba el teatro para la población de la colonia, el autor concluye:

 

“En primer lugar, el estrecho vínculo entre festividad y teatro. En segundo lugar, la presencia de dos períodos: el primero, que iría hasta mediados del siglo XVII, durante el cual el teatro coincide principalmente con la festividad religiosa; el segundo, que abarcaría el resto del período colonial, en el cual el teatro estaría más asociado con la festividad política.

 

La relación teatro-fiesta tenía dos fuentes. De un lado, estaban las ceremonias religiosas indígenas en las que el teatro tenía asignado un papel. Por otra parte, en España especialmente durante el Renacimiento (piénsese en el Rebeláis de Bajtin) y el Barroco, “el teatro mantiene una vinculación con otras actividades basadas en el ´espectáculo, con mayor o menor grado de participación, y que solemos englobar bajo el polisémico término de fiesta”. Con sus raíces en ese doble contexto (triple, si se considera el legado negro) se torna comprensibles las Danzas de moros y cristianos y las festividades que aún hoy se conservan en los carnavales del Magdalena y del norte del Cauca.”[21]

 

En el segundo periodo, se puede ubicar la comedia que para celebrar la fiesta del Cristo de los Milagros, y que daría lugar al posterior Bunde Rebelde.

 

Un tercer periodo en lo personal, tiene que ver con la instauración de un coliseo, cuando una ciudad cuenta con un coliseo como en el caso de Cartagena, la relación de la sociedad con el teatro va ha ser transformada porque el teatro adquiere cierta autonomía con relaciona a la fiesta y el teatro mismo afectar a la sociedad como evento social regular, esto lo rescata Juan Carlos Estenssoro, en su libro sobre música colonial en Lima:

 

“En 1762 se reformó el Coliseo de comedias (de Lima) y comenzó la primera temporada de ópera estable, bajo la dirección de Bartolomé Massa.

 

Creemos que fue un cambio radical: la ópera, que era un espectáculo del que sólo se participaba al interior de la fiesta, pasó a constituir un hecho independiente y aislado de ese contexto. Ya no en la plaza o los jardines de palacio, sino en un interior limitado, con reglas propias (silencio, mayor división entre escenario y espectador). Ya no se accederá al espectáculo por concesión de un momento de fiesta al gran público, sino que prácticamente cualquiera podrá participar de él en el momento que desee, con la sola condición de pagar el precio de la entrada.”[22]

 

Aunque por supuesto la fiesta aún siga asociada al teatro, como el autor también lo señala.

 

Sobre el impacto social del teatro de Cartagena en la Colonia, Jaime Díaz Quintero,  rescatara apartes de un texto de la época del historiador Generoso Jaspe:

 

Generoso Jaspe, historiador y testigo de varios aconteceres del teatro local escribió un notable documento sobre el teatro local, en el que se señala que en sus inicios El Coliseo cartagenero guardaba semejanza con los primitivos teatros madrileños que le llamaban corrales como “La Pacheca” y el de “El Príncipe.

 

Lo que se llamaría después luneta o platea carecía de localidades demarcadas, y por ello cada cual se acomodaba como quería y podía. Durante el día se podía mandar los asientos previamente marcados. Los mejores puestos eran negociables.

 

Antes del comienzo de cada acto o jornada, y por la inexistencia de decorados, un actor se aproximaba al público y anunciaba el lugar en que la acción se desarrollaba: “palacio”, “choza”, “bosque”. Los palcos estaban en dos filas superpuestas, y tomaron el nombre de la familia que los ocupaba con frecuencia. Más arriba de los palcos quedaba lo que llamaban “cazuelo” y después “paraíso”, que consistía en una especie de desván y servía de techedumbre a la última fila de palcos, y donde subían los muchachos a provocar bromas y juegos eróticos. La escena cuya boca y telón fueron pintados por un Ingles de apellido Atkinson, que también prestaba servicio de tramoyista, era la pintura de una enorme lira sobre un oscuro cielo sembrado de constelaciones. Para alumbrar la escena y los palcos, se usaba como combustible el aceite de corozo, en mecheros de hojalata que producía un olor nauseabundo. “Ya por los años 62 empezó una gran revolución en la iluminación y el uso del petróleo en lámparas que si bien rudimentarias aún eclipsaba, la más débil de ellas al más flamante mechero del atendido nauseabundo aceite”

 

El público se daba muchas libertades y cada cual iluminaba el palco a su antojo y lo decoraba con banderas de naciones diferentes, con cintajos, cortinajes, guirnaldas, etc. La afición del cartagenero durante largos años por El Coliseo, después Mainero, es algo digno de subrayar: un fervor continuo, constante.[23]

 

Sobre las relaciones del público y la escena nos cuenta:

Jaspe comenta que “las familias llevaban al teatro todo un equipo como si se tratase de una gira por el campo; la insustituible alcarraza de agua, bandejas de copas y vasos, vinos y licores, dulces y confites. Verdad es que la preocupación era justificada por lo prolongado de los espectáculos”. Jaspe añade que “la asistencia a una función era acontecimiento que movía todo el hogar”. Las funciones empezaban mucho después de la hora anunciada, 8 en punto, y se prolongaban hasta las 12 o 1 de la mañana. En ocasiones, la asistencia al teatro iba hasta la aurora…[24]

 

Otro hecho que señala el autor es “la existencia de compañías teatrales de aficionados en la ciudad. Se destaca una muy sólida, conformada como la compañía de planta del teatro. Era la compañía dramática de aficionados de Cartagena… En temporadas de compañías extranjeras, los actores locales eran los encargados de representar entremeses; algunas de esas compañías a menudo se veían precisadas a contratar actores locales, para hacer papeles secundarios.”[25]

 

Por supuesto una es la actividad teatral en Cartagena y otra muy distinta debió ser en Ayapel donde si bien se presenta actividad comercial, las obras de teatro parecen restringirse principalmente a obras conmemorativas de festividades religiosas, y donde de otro lado,  no existía Coliseo, ni una vida cultural tan agitada.

 

De esta manera hemos recorrido bajo el pretexto de reconstruir el estatus social de Felipe Acosta, el panorama del teatro en la Colonia para señalar como el ser actor de teatro no convierte a los personajes en marginales pero se constituye en un obstáculo a la hora de su ascenso a cargos burocráticos, de otro lado se han señalado estos dos hechos ocurridos en épocas cercanas en la provincia de Ayapel, donde la actividad teatral no obstante encontrarse fuertemente liga a la vida religiosa se presenta con motor de insurrección ciudadana de estos habitantes que al en estas dos ocasiones impusieron sus autoridades.

 

Conclusión

Colombia desde la colonia no fue ajena a este perjuicio teatral. Al punto que no parece ser reconciliable la investidura de Capitán a guerra (una posición que cuenta con jurisdicción), y la de actor de teatro. Aún cuando la sociedad Cartagenera del momento encuentre en el teatro una de sus principales entretenciones y personas nobles se dediquen de manera ociosa al mismo, el actor asalariado sin embargo encontraba en su oficio un obstáculo para subir en la poco flexible estructura social de la colonia.

 

El teatro en Ayapel si bien se encuentra en una etapa anterior a la del teatro en Cartagena que cuenta con Coliseo, cuenta con una importancia emancipatoria que se refleja en que en los dos casos señalados el pueblo coloca directamente su Capitán de Guerra, se encuentra involucrado el teatro ya sea como espacio donde se fragua la revuelta o como lugar donde se forman líderes sociales aunque posteriormente su origen se convierta en impedimento para asumir el cargo por la vía legal.

 

OBRAS CITADAS

 

I.                   Fuentes primarias

Archivo General de la Nación, Sección: Colonia, Fondo: Criminales,  SC. 19, 187,D1

 

CORONEL Joaquín Acosta. COMPENDIO HISTÓRICO. Descubrimiento y colonización de la Nueva Granada (Recurso Electrónico). Capítulo VII. http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/historia/compendi/cap7.htm#lugar

 

II.                Fuentes secundarias

 

Anónimo, Publicación, eltiempo.com. Sección: Lecturas de fin de semana. Fecha de publicación: 12 de julio de 1992. Titulo: El primer teatro colombiano.

 

ELIAS Norbert. EL PROCESO DE LA CIVILIZACIÓN. Investigaciones socio genéticas y psicogenéticas. Fondo de Cultura Económica. España, 1979

 

De TRAZEGNEIES Granda, Fernando. LEGISLADO SOBRE EL CUERPO Y EL ALMA. El tratamiento del cuerpo y los gestos en el Derecho Indiano. Lima, Septiembre de 2003, en Recurso electrónico: http://macareo.pucp.edu.pe/ftrazeg/aafbb.htm#_edn99

 

DIAZ Quintero Jaime. HISTORIA DEL TEATRO EN CARTAGENA: De la colonia a Nuestros Días. Instituto Distrital de Cultura de Cartagena. Colombia, 2002.

 

ESTENSSORO Juan Carlos. MUSICA Y SOCIEDAD COLONIALES. Lima 1680-1830. Editorial Colmillo Blanco. Lima 1989

 

FALS Borda Orlando. Historia doble de la Costa 3. Resistencia en el San Jorge. Universidad Nacional de Colombia.  2002.

FOUCAULT Michel.  “La locura y la Sociedad”. Estética, ética y hermenéutica. Obras esenciales. Volumen III. Paidos. España 1999

 

GARCÍA Molina Mario. “El teatro en la nueva granada: una historia por hacer”. Tiempos breves I: artículos de estudiantes de la maestría en historia, cuarta promoción, 1991-1992. (Universidad Nacional de Colombia, Facultad de Ciencias Humanas Bogotá: 1993)

 

Jiménez Magdalena. “Vías de comunicación desde el virreinato hasta la aparición de la navegación a vapor por el Magdalena”. Historia Crítica. Revista No. 02 Julio-Diciembre 1989, Páginas 118-125 http://historiacritica.uniandes.edu.co/view.php/46/1.php#

 

MENENDEZ Pidal R. POESIA JUGLARESCA Y ORIGENES DE LA LITERATURAS ROMANICAS. Instituto de Estudios Políticos. Madrid. 1957

 

 

PORTO De González Judith. DRAMATURGOS EN EL TEATRO DE CARTAGENA DE INDIAS DESDE LA COLONIA. Segunda Edición. Ediciones la Baranda. Editorial Antillas, 2002.

 

URIBE Urán, Víctor Manuel. Abogados, partidos políticos y estado en Nueva Granada: 1790-1850, informe final. Pittsburgh University. 1992



[1] Al tratarse de la reconstrucción de un manuscrito antiguo existen apartes ilegibles que se señalan con puntos suspensivos, o entre paréntesis cuando no se tiene certeza de la palabra exacta, sin embargo si se lee en conjunto se entienden los hechos relevantes.
[2] Archivo General de la Nación, Sección: Colonia, Fondo: Criminales,  SC. 19, 187, D1 Hoja 4 Recto y Hoja 4 Verso.
[3]  Archivo General de la Nación, Sección: Colonia, Fondo: Criminales,  SC. 19, 187, D1 Hoja 1 Recto. El subrayado el mío.
 
 
[4] Fals Borda Orlando. Historia Doble de la Costa 3. Resistencia en el San Jorge. (Bogotá: Universidad Nacional, 2002)  84A-86A
[5] Coronel Joaquín Acosta. Compendio Histórico. Descubrimiento y colonización de la Nueva Granada (Recurso Electrónico). Capítulo VII. http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/historia/compendi/cap7.htm#lugar
[6] Fals Borda. 83A
[7] Jiménez Magdalena. “Vías de comunicación desde el virreinato hasta la aparición de la navegación a vapor por el Magdalena”. Historia Crítica. Revista No. 02 Julio-Diciembre 1989. 118-125 http://historiacritica.uniandes.edu.co/view.php/46/1.php#
[8] ELIAS Norbert. El proceso de la civilización. Investigaciones socio genéticas y psicogenéticas. Fondo de Cultura Económica. (España: 1979).  319 y 320.
[9] MENENDEZ Pidal R. Poesía juglaresca y orígenes de las literaturas románicas. Instituto de Estudios Políticos. (Madrid: 1957). 3
[10] Sin embargo  Norbert Elías señala como Federico II le concedió un feudo al juglar Walther von der Vogelwide, y señala como “En la época feudal de economía natural, la honra mayor que cabía alcanzar, el mas alto premio por los servicios prestado era un feudo, un cargo y, posteriormente, una renta monetaria. Rara vez lo alcanzaban los cantores cortesanos en Francia o en Alemania; en la mayoría de los casos tenían que darse por contentos con el puesto de poeta de la corte para la diversión. (Elias.  319)
[11] Foucault Michel. Estética, ética y hermenéutica. Obras esenciales. Volumen III. Paidos.(España: 1999) 84.
[12] De Trazegneies Granda, Fernando. Legislado sobre el cuerpo y el alma. El tratamiento del cuerpo y los gestos en el Derecho Indiano. Lima, Septiembre de 2003, en la página web: http://macareo.pucp.edu.pe/ftrazeg/aafbb.htm#_edn99
[13] De Trazegneies
[14] Fals Borda. 83A
[15] Uribe Urán, Víctor Manuel. Abogados, partidos políticos y estado en Nueva Granada: 1790-1850, informe final. (Pittsburgh University: 1992)
 
[16] PORTO De González Judith. Dramaturgos en el teatro de Cartagena de indias desde la colonia. Segunda Edición. Ediciones la Baranda. (Editorial Antillas, Cartagena:  2002)
[17] Goody  Jack “Teatro, ritos y representaciones del otro”. Representaciones y Contradicciones, (Paidos, Barcelona: 1999)
[18] Autor Anónimo, “El primer teatro colombiano”, El Tiempo (Bogotá) 12 de julio de 1992. sección: Lecturas de fin de semana.
[19] Al parecer uno de los primeros primero ejemplos de autofinanciación publica.
[20] Porto,  38.
[21] García Molina Mario. “El teatro en la nueva granada: una historia por hacer”. Tiempos breves I: artículos de estudiantes de la maestría en historia, cuarta promoción, 1991-1992. (Universidad Nacional de Colombia, Facultad de Ciencias Humanas Bogotá: 1993) 13.
[22] Estenssoro Juan Carlos. Música y sociedad coloniales. Lima 1680-1830, (Editorial Colmillo Blanco, Lima: 1989). 45 y 46.
[23] Díaz Quintero Jaime. Historia del teatro en Cartagena: De la colonia a Nuestros Días. Instituto Distrital de Cultura de Cartagena. Colombia, 2002.  32 y 33.
[24] Díaz,  33 y 34.
[25] Díaz, 34

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