EL ACTOR QUE QUISO SER CAPITAN DE GUERRA.
Una aproximación desde un caso judicial
al teatro de la Nueva Granada durante la
Colonia.
The actor who wanted to be
war captain.
An approach since a judicial case
to the theater of the Nueva
Granada during the Colony
Los casos judiciales son una fuente histórica
primaria valiosa, los procesos van más allá del conflicto a nivel judicial, hablan de la manera de pensar de una sociedad
en una época determinada. Vayamos dentro de los eventos particulares en un pueblo olvidado de la mano de Felipe
Acosta para hablar del teatro en la Nueva Granada con la excusa de entender,
por qué el trabajo de este hombre como actor resulta un obstáculo para acceder
a un cargo burocrático.
Palabras Claves: teatro en la Colonia, Ayapel, perjuicio teatral, Capitán
a Guerra.
Key words: theater
of the Colony, Ayapel, theatrical prejudice, war Captain.
HECHOS
Ubiquémonos en el año 1793 en la Villa de Ayapel,
donde Francisco Codeso y Don Gregorio Zaragoza entrarían en polémica con Felipe
Acosta, los hechos según los demandantes son los siguientes[1]:
Excelentísimo
señor: Juan Joseph Caballero Procurador apoderado de Don Francisco Codeso,
Theniente de Capitán de Guerra de la Villa de Ayapel, y residente en esta
Capital, ante V.E con el debido respeto, y en la mejor forma de derecho digo:
que hallándose mi parte ejerciendo el citado empleo en virtud del título que le
confirió con la suficiente facultad el Capitán de Guerra propietario Don
Faustino Lorenzo Gómez como consta con la debida solemnidad presento: fue requerido
por Don Felipe Acosta para que se pusiese en posesión del Empleo de Capitán de
Guerra de dicha Villa, mandándole al efecto un oficio simple al citado mi
parte: pero cuando este contándole, se le apareció el mismo día de la
remisión del oficio el consabido Acosta
con vara alta; y auxiliado de diez o doce hombres, pidiéndole a dicho mi parte
lo diese a reconocer por Juez: Sin embargo se que Don Francisco Codeso se
sorprendió por aquel repentino asalto de Acosta, y su comitiva, le contesto
urbanamente no tener embarazo en acceder a su solicitud siempre que le hiciese
presente el Superior Nombramiento de su elección, y acreditase haber
(afianzado) los reales intereses que iba a.., como también el Juicio de
residencia. Hizole fuerza esta convención a Acosta, no obstante su intrepidez y
la resistencia al principio manifestó cumplir con estos requisitos; y le
entregó entonces a mi constituyente unos papeles invitando de nuevo a que le
pusiese prontamente en posesión, y diere a reconocer. Mi parte le repitió no
poder ejecutar con aquella presteza, porque tenía que imponerse en ellos, y
copiarlos en los Libros Capitulares conforme a la práctica, exigiéndole después
de esto el juramento de fidelidad acostumbrado con los demás solemnidades del
(caso), para todo lo cual necesitaba de algún tiempo. Pero el efecto que
produjeron en el ánimo de Acosta tan juntas especulaciones fue que
manifestándose con ellas sentido prorrumpió en injuriosas expresiones contra mi
parte tratándole mal criado, desatento, y otras a este ..; y tomándose
autoritariamente unas facultades que aun no tenia, dio voces con tono
dominante, y de alboroto pidiendo favor al Rey. Conmovida con esta exclamación
la gente que le acompañaba, ya quienes animaba el mismo espíritu de apelación
que a Acosta trataron de insultar, y acometer a mi parte sin reparar a que
estas injurias la irrogaban a la misma real autoridad que imploraba Acosta, por
hallarse de ella vestido mi parte. A de tan… procedimiento, temió mi parte
algún desacato, desastre, y para precaverlo tuvo también de pedir favor al rey,
a cuyas voces no obedeció otro quien Don Gerónimo Zaragoza vecino lomado de
aquella Villa: pero como las fuerzas de los insultantes eran superiores a las
nuestras, se vio mi parte acometido de uno de aquellos nombrando Pantaleón
Esqueda de quien por un raro accidente pudo escapar ileso, aunque no sucedió
así con la vara, la cual se quebró en la refriega; y en ella corrieron casi
igual fortuna los papeles que Acosta había entregado a mi parte pues cayeron al
suelo ignorando este igualmente qué su contenido, que sujeto los abrió, como
también quien de estos tumultuarios tomó una escopeta que tenia dentro de su
casa el citado Codeso mi parte. Después de esto salió Acosta con su gente a la
calle con la espada en la mano llamaba a todos los habitantes de Ayapel, a que
tomasen sus armas, y le viniesen a auxiliar en la empresa y como no
concurriesen se retiró a Casa del Cura Doctor Don Benardo Agrasso promotor de
estas inquietudes, y allí trataron ambos de mover a los vecinos contra mi parte dándoles aguardiente
que les repartían con abundancia y acalorado más Acosta con esta disposición,
le envió un (embajador) a mi parte que lo fue Jospeh Antonio Gómez, avisándole
que (aprontase) su gente para que el combate que se iba a dar, que ya él tenía
pronta la suya. Y como aquel le contestase, que se abstuviese de molestarle,
porque a mas de los juntos motivos que le había expuesto para resistir a su
solicitud había otro más grave, a saber que el recurso que los vecinos habían
hecho a este Superior Gobierno sobre el particular suyo () estaba pendiente, y
por cuyo inconveniente habían requerido a () mi parte con las potestades que se
advierten en el escrito que testimonia
presento con igual solemnidad: más irritado entonces Acosta con esta respuesta
trato con mayor ardor de congregar gente a fuerza de bebida, con armas así
blancas, como de fuego, para acometer a mi parte y a que le (reconociera) como Juez. Temiendo este
de algunos fatales resultados, en caso… sus facultades, y defenderse se
contumelias e insultos de aquel hombre provocativo e intrépido: resolvió más
bien retirarse en compañía del citado Don Gerónimo Zaragoza, abandonando entre
ambos su casa y Hacienda. Así lo ejecutaron yéndose a Magangue…”[2].
Se trata de forma sucinta, de un asunto de orden público
ante la petición y posterior negativa de ser investido el señor Felipe Acosta
de las calidades de Capitán a Guerra. Expone entre los argumentos el demandante,
que existe en Felipe Acosta una inhabilidad insuperable
para acceder al cargo, a saber:
“Perjudicial a aquella República la
profesión de Acosta. El primero la incapacidad de este respecto a su condición,
y el segundo la dañada invención con que se ha solicitado el empleo. En primer lugar es (confiante) en la Ciudad de Cartagena
patria del señor Acosta, que este fue
cómico asalariado en el Coliseo de ella.
Este es un defecto de tanta nota en un sujeto que el Derecho no solo
inhabilita al que le () para poder obtener el noble empleo de Judicatura, si no que aún los
declara por viles e infames a los que se
ejercitan por paga en los teatros públicos. Es tan excelso el oficio de los
Jueces que los Santos Padres, y la sagrada escrituras los llaman ministros, y
simulacro de Dios, y en Éxodo y en varios salmos se les da el tratamiento (hoja
1 recto) de dioses; cuyos sagrados y sublimes () exhiben en la persona del juez
una correspondiente excelencia y se podría () está en la persona de un juglar,
un (), cómico como Don Felipe Acosta. Yo
lo que se es que los sabios políticos (rechazan) a este genero de gentes por
indigno aun se representan comedias a lo (divino), cuanto pues no lo serán para
empuñar el sacro-santo () de la justicia.”[3]
El denunciante se acompaña además otros argumentos
cuando dice:
Por otra parte, tiene Acosta
la notable habilidad de ser sumamente pobre, circunstancia incompatible con el desinterés
e integridad que deben adornar la persona de un juez recto e incorruptible. Es
sabido en Ayapel que Acosta salió prófugo de Cartagena, porque la Justicia de allí lo iba ejecutar por la
cantidad de veinticinco pesos que le
demandó un acreedor; y en el mismo (hoja 1 verso) Ayapel es notorio que
su miseria, e indigencia le han le han constituido en el () de fámulo, o sirviente del Doctor Don Bernardo Agrasso
Cura de dicha Villa.” (Hoja 2 Recto)
ANTECEDENTES
Existe un antecedente en esta misma provincia en
el año 1875 (es decir solo 8 años antes), que fuera reconstruido por el maestro
Fals Borda como antecedente importante de contrapoder popular en la Costa. El
maestro realiza junto con los habitantes contemporáneos de Ayapel una
reconstrucción de los hechos, y lo interpreta como una revuelta Comunera en la
Costa Atlántica, el hecho es mejor conocido por los historiadores como el Bunde
rebelde, y resulta de intereses porque
extrañamente de nuevo esta comprometido el tema del teatro:
Para celebrar la fiesta de
Cristo de los Milagros (que todavía tiene un nicho en la iglesia local, junto a
Nuestra Señora de la O), el maestro carpintero Miguel Rodríguez y otros amigos
suyos –todos morenos libres- habían organizado una comedia, que empezó a
representarse en el atrio de la iglesia sobre un tablado, ante casi todo el
pueblo. Habría algún desorden. A media marcha de la representación, uno de los
asistentes “echó un chiste de gracejo y se rió todo el congreso”. Estando en la
bulla, saltó el capitán a guerra encargado, teniente Rafael Gómez, y grito: “¡Cállense,
perros zambos, y dejen representar!”, a lo cual le respondía una señora: “¡Cállate
vos, hijueputa!”. “Más hijueputa sois vos!, le respondió el teniente. Y allí se
armó Troya.(…) Ahora al querer hacer valer el teniente su autoridad, el tiro
volvió a salirle por la culata. Un buen grupo de espectadores, entre ellos
Evaristo, y Domingo Zabaleta, Diego Urieles, Dionisio Esguerra, Cleto y
Fernando Miranda y Joaquín Nieto se fueron de la plaza a la casa de Manuela
Guerra, colocaron lanzas escondidas detrás de las puertas, y allí en el gran
pito sombreado de mamones y tamarindos, armaron por su cuenta un “cangilón de
bunde” a pesar de que amenazaba tempestad.
Cuando el teniente Gómez
empezó a oír el tum-tum de la tambora en medio de los truenos, mandó recado con
un mozo para prohibir la fiesta por no tener el permiso de las autoridades. El
mozo volvió con la consabida respuesta: “¡Que venga ese tenientucho a
cerrarnos!”. Gómez se levantó, furioso, de la cama y, acompañado de un amigo,
se dirigió al bunde. Allí le esperaban con rechazó: “Fuera de aquí, que no lo
queremos ni aún por prójimo; embárquese y váyase!” “Echen ese blanco para
afuera!. A lo que reculó el teniente y, perseguido por los del bunde con sus
lanzas, salió corriendo y se refugió en la casa parroquial.
Sobrios ya por lo hecho, muy
temprano al día siguiente los fiesteros decretaron cabildo abierto y fueron en
masa donde Juan Andrés Troncoso, un distinguido “hijo de la tierra” (al parecer
pequeño productor), lo levantaron del lecho y lo proclamaron nuevo juez y
capitán a guerra de la “comuna de Ayapel”[4]…
La reconstrucción que hiciera Fals Borda nos
permite conocer que el caso de 1793 no
fue el único antecedente donde el pueblo de Ayapel en aparente asonada impone
su Capitán a guerra, y de manera paradigmática en ambas oportunidades (1781 y 1793),
el teatro se encuentra involucrado aunque de manera algo distinta. De un lado el
bunde rebelde tiene su detonante en una representación teatral religiosa, una
comedia para conmemorar la fiesta del Cristo de los Milagros y en el segundo
uno de los argumentos contra la persona de Felipe Acosta, es el haber sido
actor de teatro.
FUNDAMENTOS HISTÓRICOS Y SOCIALES
LOCALIZACIÓN
Ayapel en la actualidad es un municipio de
Córdoba. El origen de la palabra Ayapel, se remonta al relato del Coronel
Joaquín Acosta cuando en 1534 Alonso de Heredia, comandando una
expedición española incursionó en la región:
…aminaba
la gente castellana á la ventura á consecuencia de haberse muerto los indios
que servían de guías, cuando dieron en un pueblo pequeño, que era el principio
de los dominios del poderoso cacique Yapel ó Ayapel. Avisado éste, y creyendo
destruir de un solo golpe y por sorpresa á sus invasores, de cuyo corto número
había tenido noticia cierta, situó una emboscada de dos mil guerreros entre el
pajonal de un lado y otro de la senda que conducía al pueblo principal, el cual
se veía en una eminencia. Quizá habrían acertado el golpe los indígenas y
logrado envolver á los españoles, que marchaban desordenados, si los penachos
de plumas de varios colores que sobresalían, no hubieran hecho descubrir á los
de á caballo la celada. Cuando los Ayapeles notaron que los castellanos hacían
alto y se preparaban al combate, cayeron sobre ellos con la grita que
acostumbraban todos los indios en semejantes ocasiones, por donde se llamaron guarábaras estas refriegas,
algazara que se convirtió en un silencio mortal que era señal de la retirada
luego que los aceros españoles dejaron la tierra tinta en sangre de aquellos
indígenas de los cuales cogieron algunos prisioneros que destinaron á cargar
los equipajes. Eran aquellos gallardos, bien dispuestos y esforzados; de ellos
se supo que todo aquel territorio dependía del cacique Ayapel, que habitaba en
un lugar alto, adornado de
huertas frondosas, casas aseadas y calles regulares[5]
Una forma trágica de
teatralidad, donde son los accesorios usados por los indígenas son los que
darán la ventaja a los españoles.
Sobre Ayapel, nos
cuenta el maestro Fals Borda:
“Una parte de los derrotados zenués que eran vasallos de
Yapé, el cacique local, se habían retirado de sus caseríos, en la ciénaga de
Cañahuarte, a los montes de alto San Jorge, donde algunos misioneros fundaron
para ellos un pueblo, el de San Cipriano. Dejaron a Yapé para que se
convirtiera en 1584 en la villa de libres de Ayapel (por decisión del
gobernador Juan de Rodas Carvajal), así fueran estos blancos, mestizos, zambos
o mulatos.
Ayapel
era un pueblo de pequeños ganaderos, agricultores y pescadores dispersos por la
cuenca fluvial en laderas o caseríos como Santa Rosa…[6]
1.1.El
camino de Ayapel
El camino de Ayapel
fue una de las vías importantes de comunicación del virreinato de la nueva
granada:
Comunicaba
la villa de Medellín con la población de Ayapel, en las sabanas de
Tolú y la Gobernación de Cartagena. Este camino fue abierto entre 1774 y 1776,
por el gobernador Francisco Silvestre, con el fin de agilizar el tráfico de
mercancías, los costos de transporte y comunicar Antioquia con Cartagena.
Saliendo de Medellín y durante dos jornadas, el viajero caminaba por la orilla del río Cauca, hasta llegar a la población del Remango, a partir de la cual se iniciaba el ascenso a la Montaña de San Juan de Rodas. Terminando el paso de la montaña, se bajaba a San Jerónimo del Monte, puerto sobre el río San Jorge y lugar en el cual se embarcaban las mercancías y los viajeros, hasta llegar a Ayapel y de ahí por tierra a Cartagena. Con este nuevo camino se lograron disminuir el tiempo, los costos y los riesgos del viaje, y el comercio empezó a florecer.[7]
Saliendo de Medellín y durante dos jornadas, el viajero caminaba por la orilla del río Cauca, hasta llegar a la población del Remango, a partir de la cual se iniciaba el ascenso a la Montaña de San Juan de Rodas. Terminando el paso de la montaña, se bajaba a San Jerónimo del Monte, puerto sobre el río San Jorge y lugar en el cual se embarcaban las mercancías y los viajeros, hasta llegar a Ayapel y de ahí por tierra a Cartagena. Con este nuevo camino se lograron disminuir el tiempo, los costos y los riesgos del viaje, y el comercio empezó a florecer.[7]
Este camino de Ayapel, suponemos fue el
que recorrió el señor Felipe Acosta
oriundo de Cartagena para llegar a Ayapel.
2. FELIPE
ACOSTA, ¿JUGLAR, BUFÓN, TROVADOR, ACTOR?
Si bien es cierto al
señor Felipe Acosta se le llama además de cómico de teatro, juglar, este último
es un término despectivo para referirse a un actor de teatro, no se trata como en la
tradición europea, donde el juglar es visto como un precursor de la literatura
y se han consagrado varios estudios a estos y los trovadores. El termino juglar
es usado con una carga positiva, en la costa de manera más reciente para
referirse a los músicos vallenatos.
Norbert Elías, nos
brinda esta definición de juglar:
los juglares van de castillo
en castillo. Se trata de cantores, muy a menudo de bufones y de payasos en el
sentido más simple del término. Como tales los encontramos en castillos de los
caballeros más modestos y los de menos
importancia. Pero a estos lugares acuden solamente las visitas ocasionales,
pues no suele haber en ellos espacio ni interés y, a menudo, ni siquiera hay
medios para alimentar y recompensar de modo duradero a un juglar. Espacio,
medios e interés por mantener duraderamente a los juglares, solo se encuentran
en las escasas cortes feudales grandes. Y dentro del concepto de juglares es
preciso comprender una amplia gama de personas que va desde los simples bufones
y payasos hasta los cantores y los trovadores. La función se diferencia en relación
con el público. Los señores más poderosos y más ricos- lo cual implica, al
mismo tiempo, los que se encuentran en la cúspide de la escala feudal-, tenían
la oportunidad de atraer a su cortes a los hombres más famosos.[8]
MENDEZ PIDAL, los
define como “todos los que se ganaban la vida actuando ante un público, para
recrearle con la música, o con la literatura, o con charlatanería, o con juegos
de manos, de acrobatismo, de mímica, etc.”. En los países románicos existió
mucho antes el juglar que el trovador, el juglar es el poeta primitivo que
tiene dotes de cantor y actor, mientras que el trovador es un poeta
especializado.[9]
FOUCAULT: EL BUFÓN Y LA LOCURA.
En la Europa Medieval, el bufón era “esencialmente
el personaje móvil, es decir, alguien que no pertenecía a ningún lugar ni a
ningún señor, alguien que no estaba ligado a una ciudad como ciudadano, alguien
que circulaba de ciudad en ciudad, de castillo en castillo o de hogar en hogar,
errante por excelencia, tan marginal desde el punto de vista geográfico como
desde el punto de vista jurídico, era alguien al que no se podía atribuir ni
una profesión ni una propiedad[10] ni una pertenencia”[11]
Foucault establece
cuatro sistemas de exclusión que son característicos de lo sujetos marginales:
la familia, la producción, la palabra y el juego. Para lo cual históricamente
lo asimila en la edad media con el bufón, un personaje conocido en la sociedad aristocrática. A este
personaje no se le pedía que estableciera familia (aunque podía no ser soltero)
ni dedicarse a oficio alguno. Su papel era “decir determinadas cosas que
habitualmente un individuo que ocupara un estatus normal no podía decir”,
servía de consejero, debía predecir el futuro, desenmascarar mentiras, ironizar
sobre los engreídos, etc. El bufón era, en cierto modo, la verdad en estado
libre, pero una verdad suficientemente desarmada, suficientemente irónica para
ser recibida sin herir ni tener el mismo efecto que si proviniera de alguien
normal”.
Sobre la necesidad
de vincularse productivamente en la colonia señala Fernando de Trazegnies Granda:
Ante todo, debe mencionarse a
este respecto que el trabajo es obligatorio dentro del mundo indiano;
que, para quienes no tienen otro trabajo, se convierte en obligatorio
específicamente el trabajo físico, es decir, la aplicación del cuerpo y de las
fuerzas corporales a la producción de bienes o a la guerra.
De ahí que encontremos leyes
drásticas contra los vagos. Sin embargo, tenemos ahí un problema de
tipificación jurídica: ¿quiénes son legalmente vagos? De primera intención, se
consideran como tales a los “vagamundos [sic] y holgazanes, que
podrían trabajar y vivir de su afán, pero no lo hacen”. Sin embargo, todavía a
fines del S. XVIII, se incluye también dentro de esta categoría a los que
enseñan cámaras oscuras, marmotas, osos, caballos, perros y otros animales con
algunas habilidades, así como a los que con el pretexto de ser estudiantes o
peregrinos o romeros andan vagando por el Reino, como aparece de una Real
Cédula de Carlos III del año 1783 . La razón para sancionar a estos
“vagamundos y holgazanes” es porque “no tan solamente viven del sudor de otros,
sin lo trabajar y merescer, mas aún dan mal ejemplo a otros que los ven hacer
aquella vida, por lo qual dexan de trabajar, y tórnanse a la vida de
ellos”. Por este motivo, se condena la ociosidad obligando al ocioso a
algún trabajo forzado o incluso a las galeras. A partir del S. XVIII, los
llamados vagos son destinados a los regimientos y obligados a tomar las armas,
organizándose levas con este objeto. En Indias, los vagos son enviados a
trabajar especialmente en las minas, sin perjuicio de que no sean considerados
esclavos sino hombres libres que –teóricamente, dentro del Derecho moderno-
deberían decidir por sí solos si trabajan o no y dónde lo hacen: “los Negros y
Mulatos libres, y ociosos, que no tuvieren oficios, reocupen, y trabajen en la
labor de las mina”[12]
Podemos decir que en la
sociedad colonial, existen personajes marginales (como en toda sociedad), y que
estos se identifican principalmente con aquellos que no hacen parte de una
cadena de producción entre los que se encuentran personas que podrían ser
bufones, si entendemos por ellas a estos personajes que muestran cámaras oscuras,
o divierten al público con animales. Sin embargo, el señor Felipe Acosta claramente
no pertenece a estos, la suya es una actividad teatral en un escenario
cultural.
Para Foucault, a partir de
sigo XVII la sociedad se volvió mucho más intolerante hacia la locura que en la
Edad Media, esto lo atribuye a que en este siglo, en Francia e Inglaterra,
comienza el capitalismo, vemos como también en América producto de la
explotación colonialista se produce el mismo fenómeno, siendo fuertemente
condenada la ociosidad.
Frente a la exclusión que
tiene que ver con el juego, Foucault se refiere en específico a la fiesta de
los locos, donde los roles sociales se invierten, al respecto encontramos
alguna alusión en la colonia, del mismo autor:
“Sin embargo, las canciones tienen además
otra función interesante que podríamos denominar como “la administración de la
risa”. Según señala Juan Carlos Estensoro, se encuentra en las iglesias
americanas –y, en particular, en la catedral de Lima- una gran cantidad de
piezas musicales con textos cómicos, burlones. Posiblemente, estas
manifestaciones satíricas correspondían a la tradición popular medieval
expresada en la Fiesta de los Locos, la risa de Navidad y la risa pascual. Esta
risa en el interior de las iglesias tiene por objeto controlar y desahogar la
crítica a las autoridades, incluyendo –o quizá sobre todo- a las eclesiásticas.
De esta manera, la eventual irritación popular se traducía en una humorada
festiva, organizada por la propia Iglesia.[13]
No se tienen antecedente de la
fiesta de los locos en especifico en la Villa de Ayapel, sin embargo función
similar se puede atribuir a estas representaciones de contenido religioso que
permiten al igual que la Fiesta de los locos (aunque de manera mucho más
restringida que esta última), que se distensionen las relaciones de estatus al
punto que se coloque en riego la
autoridad, en el caso de la Fiesta de los Locos de manera temporal para
finalmente reafirmas estas mismas relaciones de sumisión, y en el caso de
Ayapel se prolonga para llevar a una reacción definitiva como proclamar su
propia autoridad.
OFICIOS EN LA NUEVA GRANADA
La sociedad colonial
fue altamente estratificada lo cual se reflejó en los oficios. Existieron
ocupaciones nobles reservadas para los limpios de sangre y oficios plebeyos
para mestizos, indígenas y negros y en especial la burocracia fue considerada
noble, aún en cargos bajos como escribanos de oficinas públicas, profesiones de
jurisprudencia y oficios eclesiásticos. La clase social fue un argumento más en
los juicios, al igual que haber ocupado cargos nobles, entre los que JARAMILLO
URIBE, señala “oficios concejiles, alcaldías ordinarias y de la hermandad, capitanías
a guerra o escribanías”. Capitán a guerra es el cargo que se encuentra en
este caso. Sobre este cargo en Ayapel,
señala Fals Borda:
“Pero
Ayapel contó también con una capa superior de oficiales reales encabezados por
el capitán a guerra y juez nombrado por el gobernador de la provincia de
Cartagena; las tropas que lo respaldaban estaban acantonadas en la Villa de
Mompox, a cinco o seis días de viaje en canoa.” [14]
Los argumentos
contra el señor Acosta, son explícitos al respecto, los demandantes citan cómo
la inhabilidad que el derecho establece para ocupar el cargo, no conocemos sí
en efecto existió norma al respecto, también se señala el empleo de judicatura,
sin embargo se sabe que el abogado era una profesión noble.
El ESTATUS DEL ABOGADO
Existe alguna mayor
información sobre el estatus de los abogados en la Colonia[15], una carrera que junto a las profesiones
religiosas y la milicia se consideró de las élites y cuyo mayor éxito
profesional estaba en hacer parte de la burocracia.
Resulta curioso que
precisamente una de las precauciones que tomara la Corona Española, fuera que
ningún abogado viajara a la Indias sin un permiso especial, sin embargo
llegaron algunos abogados desde España a la Nueva Granada, ocupando
principalmente cargos burocráticos. También
se señala un pleito entre la universidad de Santo Tomas que tenía el monopolio
en la expedición de títulos de abogacía y el Colegio Mayor de San Bartolomé,
esto, dominicos contra jesuitas y entre las razones que alegaron los jesuitas
se encontró que era “necesario promover
el estudio del derecho” porque entre otras cosas la mayoría se encontraban en
Cartagena y no en Bogotá, también hubo periodos en que se alegó abundancia de
abogados. Sin embargo hasta 1783 siguió siendo un monopolio.
Sólo muy pocos eran
abogados de tiempo completo, dedicándose también a la agricultura y la
ganadería, los abogados hacían testamentos, escrituras, atendían asuntos
legales de las iglesias etc., pero además tenían que ocupar parte de su tiempo
siendo abogados de pobres, por ejemplo visitando cárceles. A pesar de las
múltiples funciones que servían los abogados parece que no era una profesión
lucrativa, lo que obligaba a combinarla con otra actividad, es interesante
porque por un lado la abogacía era una labor noble, pero los abogados podían ser
además vendedores de carne, administradores de minas, comerciantes, labores que
parece no eran tan nobles. Muchos abogados también eran párrocos, o profesores
de derecho en un Colegio local, esto último los catapultaba hacia actividades
burocráticas.
Entre los argumentos de los acusadores está el
“tener la notable habilidad de ser sumamente pobre, incompatible con la
integridad que debe adornar a la persona de juez incorruptible”. El haber
salido prófugo de Cartagena, luego de deber veinticinco pesos y ser sirviente
de un señor de la villa.
EL TEATRO EN LA COLONIA
Al señor Acosta se le señala
como cómico, y específicamente el de
actuar en el coliseo de Cartagena por remuneración. Es escasa la información
sobre el teatro en la época de la Colonia, pero Cartagena fue un lugar donde
existió bastante movimiento teatral, recordemos que el acusado era oriundo de
esta ciudad, y fue allí donde actuó en el Coliseo.
Un
personaje importante para la historia del teatro en Cartagena fue Juan de Cueto
y Mena, un español profesional posiblemente como farmaceuta, quien llegó a la
ciudad alrededor de 1636, y estableció una importante botica, fue conocido por
su contemporáneos como intelectual que escribió varias obras de teatro, al parecer de
un gran valor literario algunos de las cuales han sido recuperadas. Este
personaje luego tendrá un destino trágico cuando fuera encarcelado por deudas,
pero nos interesa una apreciación que
sobre él hiciera un contemporáneo:
José
Manuel Rivas Sacconi dijo de Juan de Cueto: “No deja de ser extraño que un
individuo que ostentaba el grado universitario del Licenciado ejerciera un oficio que era en
aquel tiempo criticado un poco por la sociedad”[16]
Esta
apreciación y el uso como argumento en contra que se da en nuestro caso al
ejercicio de actividad actoral, dan elementos suficientes para sostener que
durante la colonia existió el perjuicio teatral. El perjuicio teatral ha sido
un tema principalmente estudiado por la antropología cultural, principalmente
Goody[17] lo considera
una particularidad que diferencia el teatro del rito, históricamente en prácticamente
todas las culturas y en momentos históricos variados, ha existido cierto
rechazo por la representación teatral que explican el que en ciertas épocas en
una comunidad exista mayor o menor abundancia de la misma.
Los
permisos del Coliseo de Ramírez, actual
Teatro Colón, que en principio parecería ser el primer teatro de la Nueva Granada,
datan de 1792, mientras nuestro caso es de 1793, y los acusadores señalan
que el
señor Acosta “fue
cómico asalariado en el Coliseo de ella” (Cartagena), situación que debió por tanto ser anterior a 1973, la pregunta que nos surge es, sí se está haciendo alusión a un coliseo y el teatro
Colón no fue anterior a 1972, tendría que haber otro coliseo en Cartagena antes
del Coliseo de Ramírez de Santafé. Por fortuna la duda fue resuelta en 1992[18]. En
efecto, existió en Cartagena alrededor del año de 1775 un coliseo administrado
por el hospital Real de San Lázaro.
El
hallazgo fue producto del hallazgo de una demanda instaurada por el hospital de
San Lázaro de Cartagena, contra los miembros del ilustre cabildo de la ciudad
por no pagar la entrada a las comedias.
El
coliseo fue construido con dineros privados del señor Rafael Antonio Tatis,
administrador del Hospital de leprosos, con el fin de aumentar las rentas del
Hospital de San Lázaro[19]. En el
teatro, según el artículo, se presentaban comedias que al parecer no eran
esporádicas. El caso en comento es interesante porque muestra como dentro del
teatro existía puestos preferenciales para el Gobernador y Comandante General
de Cartagena, el teniente y vicegobernador y los jueces y algunos comerciantes
y letrados. La disputa se da cuando un administrador permite la entrada gratuita para los miembros del
cabildo y cuando retoma la administración el señor Tatis, reclama el que se
cobre el ingreso para estos, en el fondo, como lo señala el artículo, no se
trata de un asunto monetario sino de posición, ya que los miembros del cabildo
eran criollos nacidos en América que empiezan a exigir mayores honores.
De algún
modo, si bien en Ayapel no había coliseo, el caso que hemos tomado como fuente
primaria puede ser visto metafórica y visualmente, como el cambio de lugar
escénico, es decir, el señor Felipe Acosta que debió ser parte de alguna
compañía de Cartagena, tenía un lugar dentro del escenario como actor cómico,
pero cuando intenta posesionarse como Capitán de Guerra cambia su lugar del
escenario, no sólo hacía platea, sino precisamente un palco de honor, una
movilidad que no está permitida incluso hoy en día, es muy difícil que un
cómico profesional llegue a ser juez. Esto se relaciona además de por el
perjuicio teatral al que ya fuera señalada, a la imagen misma que de juez tiene
la sociedad occidental.
La
autora Judith Porto, nos cuenta que desde inicios del coliseo y hasta 1830 la
actividad escénica local estuvo regulada por compañía de aficionados que representaban
comedias y sonetos de costumbres o dramas religiosos. Cartagena era fuente de intelectuales
ilustrados como gran puerto comercial, la autora señala como: “se dice que de
las casas principales salen aficionados actores que memorizan los verso de don
Juan Tenorio, también se estudia a Pedro Calderón de la Barca…en fin se hace
teatro en los conventos y casas de intelectuales”[20]
Por
supuesto, que la situación cambia cuando el actor lo hace por paga, luego quizá
lo que reprochan los demandantes, además de la actuación, es que el señor
Felipe Acosta, recibiera remuneración por esto.
En un
corto artículo, se realiza un gran esfuerzo por intentar acercarse a lo que
representaba el teatro para la población de la colonia, el autor concluye:
“En primer lugar, el estrecho vínculo entre festividad y teatro. En segundo
lugar, la presencia de dos períodos: el primero, que iría hasta mediados del
siglo XVII, durante el cual el teatro coincide principalmente con la festividad
religiosa; el segundo, que abarcaría el resto del período colonial, en el cual
el teatro estaría más asociado con la festividad política.
La relación teatro-fiesta tenía dos fuentes. De un lado, estaban las
ceremonias religiosas indígenas en las que el teatro tenía asignado un papel.
Por otra parte, en España especialmente durante el Renacimiento (piénsese en el
Rebeláis de Bajtin) y el Barroco, “el teatro mantiene una vinculación con otras
actividades basadas en el ´espectáculo, con mayor o menor grado de
participación, y que solemos englobar bajo el polisémico término de fiesta”.
Con sus raíces en ese doble contexto (triple, si se considera el legado negro)
se torna comprensibles las Danzas de moros y cristianos y las festividades que
aún hoy se conservan en los carnavales del Magdalena y del norte del Cauca.”[21]
En el
segundo periodo, se puede ubicar la comedia que para celebrar la fiesta del
Cristo de los Milagros, y que daría lugar al posterior Bunde Rebelde.
Un
tercer periodo en lo personal, tiene que ver con la instauración de un coliseo,
cuando una ciudad cuenta con un coliseo como en el caso de Cartagena, la
relación de la sociedad con el teatro va ha ser transformada porque el teatro
adquiere cierta autonomía con relaciona a la fiesta y el teatro mismo afectar a
la sociedad como evento social regular, esto lo rescata Juan Carlos Estenssoro,
en su libro sobre música colonial en Lima:
“En 1762 se reformó el Coliseo de comedias (de Lima) y comenzó la primera
temporada de ópera estable, bajo la dirección de Bartolomé Massa.
Creemos que fue un cambio radical: la ópera, que era un espectáculo del que
sólo se participaba al interior de la fiesta, pasó a constituir un hecho
independiente y aislado de ese contexto. Ya no en la plaza o los jardines de
palacio, sino en un interior limitado, con reglas propias (silencio, mayor
división entre escenario y espectador). Ya no se accederá al espectáculo por
concesión de un momento de fiesta al gran público, sino que prácticamente
cualquiera podrá participar de él en el momento que desee, con la sola condición
de pagar el precio de la entrada.”[22]
Aunque
por supuesto la fiesta aún siga asociada al teatro, como el autor también lo
señala.
Sobre el
impacto social del teatro de Cartagena en la Colonia, Jaime Díaz Quintero, rescatara apartes de un texto de la época del
historiador Generoso Jaspe:
Generoso Jaspe, historiador y testigo de varios aconteceres del teatro
local escribió un notable documento sobre el teatro local, en el que se señala
que en sus inicios El Coliseo cartagenero guardaba semejanza con los primitivos
teatros madrileños que le llamaban corrales como “La Pacheca” y el de “El
Príncipe.
Lo que se llamaría después luneta o platea carecía de localidades
demarcadas, y por ello cada cual se acomodaba como quería y podía. Durante el
día se podía mandar los asientos previamente marcados. Los mejores puestos eran
negociables.
Antes del comienzo de cada acto o jornada, y por la inexistencia de
decorados, un actor se aproximaba al público y anunciaba el lugar en que la
acción se desarrollaba: “palacio”, “choza”, “bosque”. Los palcos estaban en dos
filas superpuestas, y tomaron el nombre de la familia que los ocupaba con
frecuencia. Más arriba de los palcos quedaba lo que llamaban “cazuelo” y
después “paraíso”, que consistía en una especie de desván y servía de
techedumbre a la última fila de palcos, y donde subían los muchachos a provocar
bromas y juegos eróticos. La escena cuya boca y telón fueron pintados por un Ingles
de apellido Atkinson, que también prestaba servicio de tramoyista, era la
pintura de una enorme lira sobre un oscuro cielo sembrado de constelaciones.
Para alumbrar la escena y los palcos, se usaba como combustible el aceite de
corozo, en mecheros de hojalata que producía un olor nauseabundo. “Ya por los
años 62 empezó una gran revolución en la iluminación y el uso del petróleo en
lámparas que si bien rudimentarias aún eclipsaba, la más débil de ellas al más
flamante mechero del atendido nauseabundo aceite”
El público se daba muchas libertades y cada cual iluminaba el palco a su
antojo y lo decoraba con banderas de naciones diferentes, con cintajos,
cortinajes, guirnaldas, etc. La afición del cartagenero durante largos años por
El Coliseo, después Mainero, es algo digno de subrayar: un fervor continuo,
constante.[23]
Sobre
las relaciones del público y la escena nos cuenta:
Jaspe comenta que “las familias llevaban al teatro todo un equipo como si
se tratase de una gira por el campo; la insustituible alcarraza de agua,
bandejas de copas y vasos, vinos y licores, dulces y confites. Verdad es que la
preocupación era justificada por lo prolongado de los espectáculos”. Jaspe
añade que “la asistencia a una función era acontecimiento que movía todo el
hogar”. Las funciones empezaban mucho después de la hora anunciada, 8 en punto,
y se prolongaban hasta las 12 o 1 de la mañana. En ocasiones, la asistencia al
teatro iba hasta la aurora…[24]
Otro
hecho que señala el autor es “la existencia de compañías teatrales de
aficionados en la ciudad. Se destaca una muy sólida, conformada como la
compañía de planta del teatro. Era la compañía dramática de aficionados de
Cartagena… En temporadas de compañías extranjeras, los actores locales eran los
encargados de representar entremeses; algunas de esas compañías a menudo se
veían precisadas a contratar actores locales, para hacer papeles secundarios.”[25]
Por
supuesto una es la actividad teatral en Cartagena y otra muy distinta debió ser
en Ayapel donde si bien se presenta actividad comercial, las obras de teatro
parecen restringirse principalmente a obras conmemorativas de festividades
religiosas, y donde de otro lado, no
existía Coliseo, ni una vida cultural tan agitada.
De esta
manera hemos recorrido bajo el pretexto de reconstruir el estatus social de
Felipe Acosta, el panorama del teatro en la Colonia para señalar como el ser
actor de teatro no convierte a los personajes en marginales pero se constituye
en un obstáculo a la hora de su ascenso a cargos burocráticos, de otro lado se
han señalado estos dos hechos ocurridos en épocas cercanas en la provincia de
Ayapel, donde la actividad teatral no obstante encontrarse fuertemente liga a
la vida religiosa se presenta con motor de insurrección ciudadana de estos
habitantes que al en estas dos ocasiones impusieron sus autoridades.
Conclusión
Colombia
desde la colonia no fue ajena a este perjuicio teatral. Al punto que no parece
ser reconciliable la investidura de Capitán a guerra (una posición que cuenta
con jurisdicción), y la de actor de teatro. Aún cuando la sociedad Cartagenera
del momento encuentre en el teatro una de sus principales entretenciones y
personas nobles se dediquen de manera ociosa al mismo, el actor asalariado sin
embargo encontraba en su oficio un obstáculo para subir en la poco flexible
estructura social de la colonia.
El teatro en Ayapel si bien se encuentra en una
etapa anterior a la del teatro en Cartagena que cuenta con Coliseo, cuenta con una
importancia emancipatoria que se refleja en que en los dos casos señalados el
pueblo coloca directamente su Capitán de Guerra, se encuentra involucrado el
teatro ya sea como espacio donde se fragua la revuelta o como lugar donde se
forman líderes sociales aunque posteriormente su origen se convierta en impedimento
para asumir el cargo por la vía legal.
OBRAS CITADAS
I.
Fuentes primarias
Archivo General de la Nación, Sección: Colonia, Fondo: Criminales, SC. 19, 187,D1
CORONEL Joaquín Acosta. COMPENDIO HISTÓRICO. Descubrimiento y colonización
de la Nueva Granada (Recurso Electrónico). Capítulo VII. http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/historia/compendi/cap7.htm#lugar
II.
Fuentes secundarias
Anónimo,
Publicación, eltiempo.com. Sección: Lecturas de fin de semana. Fecha de
publicación: 12 de julio de 1992. Titulo: El primer teatro colombiano.
ELIAS
Norbert. EL PROCESO DE LA CIVILIZACIÓN. Investigaciones socio genéticas y
psicogenéticas. Fondo de Cultura Económica. España, 1979
De
TRAZEGNEIES Granda, Fernando. LEGISLADO SOBRE EL CUERPO Y EL ALMA. El
tratamiento del cuerpo y los gestos en el Derecho Indiano. Lima, Septiembre de
2003, en Recurso electrónico: http://macareo.pucp.edu.pe/ftrazeg/aafbb.htm#_edn99
DIAZ
Quintero Jaime. HISTORIA DEL TEATRO EN CARTAGENA: De la colonia a Nuestros
Días. Instituto Distrital de Cultura de Cartagena. Colombia, 2002.
ESTENSSORO
Juan Carlos. MUSICA Y SOCIEDAD COLONIALES. Lima 1680-1830. Editorial Colmillo
Blanco. Lima 1989
FALS Borda Orlando. Historia doble de la Costa 3. Resistencia en el San
Jorge. Universidad Nacional de Colombia.
2002.
FOUCAULT
Michel. “La locura y la Sociedad”.
Estética, ética y hermenéutica. Obras esenciales. Volumen III. Paidos. España
1999
GARCÍA
Molina Mario. “El teatro en la nueva granada: una historia por hacer”. Tiempos
breves I: artículos de estudiantes de la maestría en historia, cuarta
promoción, 1991-1992. (Universidad Nacional de Colombia, Facultad de Ciencias
Humanas Bogotá: 1993)
Jiménez Magdalena. “Vías de comunicación desde el virreinato hasta la
aparición de la navegación a vapor por el Magdalena”. Historia Crítica. Revista
No. 02 Julio-Diciembre 1989, Páginas 118-125 http://historiacritica.uniandes.edu.co/view.php/46/1.php#
MENENDEZ
Pidal R. POESIA JUGLARESCA Y ORIGENES DE LA LITERATURAS ROMANICAS. Instituto de
Estudios Políticos. Madrid. 1957
PORTO De
González Judith. DRAMATURGOS EN EL TEATRO DE CARTAGENA DE INDIAS DESDE LA
COLONIA. Segunda Edición. Ediciones la Baranda. Editorial Antillas, 2002.
URIBE Urán, Víctor Manuel. Abogados, partidos políticos y estado en Nueva
Granada: 1790-1850, informe final. Pittsburgh University. 1992
[1] Al tratarse
de la reconstrucción de un manuscrito antiguo existen apartes ilegibles que se
señalan con puntos suspensivos, o entre paréntesis cuando no se tiene certeza
de la palabra exacta, sin embargo si se lee en conjunto se entienden los hechos
relevantes.
[2] Archivo
General de la Nación, Sección: Colonia, Fondo: Criminales, SC. 19, 187, D1 Hoja 4 Recto y Hoja 4 Verso.
[3] Archivo General de la Nación, Sección:
Colonia, Fondo: Criminales, SC. 19, 187,
D1 Hoja 1 Recto. El subrayado el mío.
[4] Fals Borda
Orlando. Historia Doble de la Costa 3.
Resistencia en el San Jorge. (Bogotá: Universidad Nacional, 2002) 84A-86A
[5] Coronel Joaquín
Acosta. Compendio Histórico. Descubrimiento y colonización de la Nueva Granada
(Recurso Electrónico). Capítulo VII. http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/historia/compendi/cap7.htm#lugar
[6] Fals Borda.
83A
[7] Jiménez Magdalena. “Vías de comunicación desde el virreinato hasta la
aparición de la navegación a vapor por el Magdalena”. Historia Crítica. Revista
No. 02 Julio-Diciembre 1989. 118-125 http://historiacritica.uniandes.edu.co/view.php/46/1.php#
[8] ELIAS Norbert. El
proceso de la civilización. Investigaciones socio genéticas y psicogenéticas.
Fondo de Cultura Económica. (España: 1979). 319 y 320.
[9] MENENDEZ Pidal
R. Poesía juglaresca y orígenes de las literaturas románicas. Instituto de
Estudios Políticos. (Madrid: 1957). 3
[10] Sin embargo Norbert Elías señala como Federico II le
concedió un feudo al juglar Walther von der Vogelwide, y señala como “En la
época feudal de economía natural, la honra mayor que cabía alcanzar, el mas
alto premio por los servicios prestado era un feudo, un cargo y,
posteriormente, una renta monetaria. Rara vez lo alcanzaban los cantores
cortesanos en Francia o en Alemania; en la mayoría de los casos tenían que
darse por contentos con el puesto de poeta de la corte para la diversión. (Elias. 319)
[11] Foucault
Michel. Estética, ética y hermenéutica. Obras esenciales. Volumen III.
Paidos.(España: 1999) 84.
[12] De Trazegneies
Granda, Fernando. Legislado sobre el cuerpo y el alma. El tratamiento del
cuerpo y los gestos en el Derecho Indiano. Lima, Septiembre de 2003, en la página
web: http://macareo.pucp.edu.pe/ftrazeg/aafbb.htm#_edn99
[14] Fals Borda.
83A
[15] Uribe Urán, Víctor Manuel. Abogados, partidos políticos y estado en Nueva
Granada: 1790-1850, informe final. (Pittsburgh University: 1992)
[16] PORTO De
González Judith. Dramaturgos en el teatro de Cartagena de indias desde la
colonia. Segunda Edición. Ediciones la Baranda. (Editorial Antillas,
Cartagena: 2002)
[17] Goody Jack “Teatro, ritos y representaciones del
otro”. Representaciones y Contradicciones, (Paidos, Barcelona: 1999)
[18] Autor Anónimo,
“El primer teatro colombiano”, El Tiempo (Bogotá) 12 de julio de 1992. sección:
Lecturas de fin de semana.
[21] García
Molina Mario. “El teatro en la nueva granada: una historia por hacer”. Tiempos
breves I: artículos de estudiantes de la maestría en historia, cuarta
promoción, 1991-1992. (Universidad Nacional de Colombia, Facultad de Ciencias
Humanas Bogotá: 1993) 13.
[22] Estenssoro Juan
Carlos. Música y sociedad coloniales. Lima 1680-1830, (Editorial Colmillo
Blanco, Lima: 1989). 45 y 46.
[23] Díaz
Quintero Jaime. Historia del teatro en Cartagena: De la colonia a Nuestros
Días. Instituto Distrital de Cultura de Cartagena. Colombia, 2002. 32 y 33.
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