domingo, 10 de febrero de 2013


ESTADO-TEATRO Y TEATROCRACIA
El término Estado-teatro es usado principalmente por historiadores y antropólogos. Por historiadores principalmente para hacer alusión al antiguo régimen como lo hace Norberto Elías[2].De otro lado el antropólogo Clifford Geertz, lo aplicará al Estado de Bali, donde el Estado es el rito en sí mismo y el rey un protagonista de ese rito, si bien el más importante, y “la interconexión entre estatus, pompa y gobierno no solo permanecen visibles, sino que se pregona. Lo que nuestro concepto de poder público oscurece, el de los balineses lo expone”[3]

Geertz, hará desde una reconstrucción del “Estado”[4] de Bali del siglo XIX o Negara, una crítica radical, a la forma en que la teoría política contemporánea viene asumiendo el papel de la teatralidad en el Estado. El estudio de Bali, una sociedad que en el siglo XIX se muestra como un terreno propicio para analizar las formas de organización tradicional, se convierte a su vez en un ejemplo paradigmático de los límites de las teorías políticas desde el siglo XVI.

 Geertz se refiere a Bali como un Estado-teatro, no en el sentido de que el teatro que se practica en Bali cumpla una función social fundamental, aunque esto sea cierto. Ya Artaud se había referido al teatro Balines como un ejemplo a seguir en su proyecto de  teatro de la crueldad, y recordemos que este planteamiento de Artuad,  como Susan Sontag señaló, se trata de una revolución cultural, no política, a través del teatro. Sin embargo Clifford no hará referencia  alguna a este teatro ya universalmente famoso.

En palabras del autor: “la naturaleza expresiva del Estado  Balines estuvo  dirigida  hacía el espectáculo, la ceremonia, la dramatización de la desigualdad social y el orgullo de rango. Era un Estado- teatro “en que los reyes y príncipes eran los empresarios, los sacerdotes los directores y los campesinos el reparto secundario, los tramoyistas y la audiencia. Estos eventos con costos altísimos no eran medios para fines políticos eran fines en sí mismos, era para lo que servía el Estado. El poder servía a la pompa, no la pompa al poder”.[5]

Que esto sucediera de dicha forma lo demuestra el autor, a través de la forma misma en que el Negara en cabeza de su rey asumía la invasión de su reino. En 1891 el último de los reyes Mengwi  (un palatinato situado a 15 kilómetros de la capital actual Den Pasar) se encontró sitiado por sus enemigos habituales (Tabanan y Badung),  se encontraba totalmente sitiado, ya viejo y enfermo  pidió a sus sirvientes que lo transportaran desde el palacio hacia los invasores en su palanquín. Los tiradores  contrarios lo esperaban, dispararon, el rey cayó y nadie le ayudó a levantarse. Los enemigos se acercaron ha aprehenderlo él  rechazó ser capturado y por debido respeto tuvieron que matarlo. Igual sucedió en 1906 cuando el ejército Holandés llegó a Sanur, el rey, sus mujeres, sus hijos y su sequito marcharon contra el fuego. Cuando el rey y el príncipe fueron capturados, aprovecharon un descuido para suicidarse. La historia se repitió en 1980 en Klung klung, capital nominal de Bali.

De esta forma moría el antiguo orden, tal como había vivido, absorto en el espectáculo ceremonial.

Otro ejemplo, es la incineración como quintaesencia de la ceremonia real. Geertz  rescatará el texto de un holandés que  narra el asombro que dicho ritual de incineración de un imporante rey le causó. En efecto, se trata del más pomposo de los rituales donde todo el reino e incluso representantes de otros reinos, se lanzan en una procesión eufórica, llena de música y de colores. El cuerpo finalmente será incinerado de manera ritual junto con las esposas del rey que saltaran vivas y con la mayor convicción e incluso alegría, hacia las llamas, como expresión final de su fidelidad.

Geertz, señalará otros aspectos como la distribución del palacio que se convierte en una especie de teatro donde serán representados una y otra vez dramas acerca de la ascendencia y la subordinación. Otros aspectos serán, además del ceremonial ejemplar y la jerarquía de modelo y copia, de los anteriores, la competición expresiva y realización icónica; el pluralismo organizacional, la lealtad micro fragmentada, etc.

Sin embargo, no porque la sociedad balinesa se nos muestre tan diferente puede concluirse que se trate de un caso único al que merezca por su misma particularidad aplicarse el apelativo de Estado-Teatro. Ni siquiera podría ser una categoría que integre a todas las sociedades tradicionales donde la relación entre formas políticas y religión parece evidente.

Bali solo se constituye para Geertz en un ejemplo, quizá el más emblemático para poner en evidencia la deuda que las teorías políticas tienen con la teatralidad. Para estas teorías la teatralidad siempre sirve a otro fin, sea como amenaza para infundir temor, como espiritualización de intereses materiales del Estado, difuminar los conflictos materiales, forma de pregonar la intensidad de la voluntad de la nación, revestir de legitimidad moral lo que son procedimientos recibidos, hacer que las reglas parezcan verdaderamente establecidas. Pero en palabras de Geertz “en todas estas visiones, los aspectos semióticos del Estado (si prefigurando una aproximación alternativa a los temas entre manos, podemos empezar a llamarlos de tal manera) quedan reducidos a folclores en el sentido más peyorativo que se le pueda dar a la palabra. Exageran el poderío, esconden la explotación, hinchan la autoridad o moralizan el procedimiento. Lo que no hacen es actuar, hacer.”[6]

Similar reproche ya se encontraba en el antropólogo Johan Huizinga, cuando expresaba: “Los jueces se salen de la vida habitual antes de pronunciar sentencia. Se revisten con la toga o se colocan una peluca. ¿Es que se ha estudiado la significación etnológica de todo este aparato de los jueces y de los abogados ingleses?...Pero la peluca de juez es algo más que una supervivencia de un viejo uniforme. En su función hay que considerarla como bastante cercana a las danzas de máscaras de los pueblos primitivos. Convierte a quien la lleva en “otro ser”…El elemento deportivo y de humor que luce en los procesos judiciales con tanta fuerza, pertenece a los rasgos fundamentales de la vida jurídica en general.”

Independiente de cual acertada es la interpretación que hace Geertz de la teoría política contemporánea, su crítica se muestra certera al afirmar que ninguna de estas teorías,  ha otorgado el lugar que le corresponde a la teatralidad dentro de la construcción de Estado, su estudio etnográfico de Bali “restaura nuestra percepción de la fuerza ordenadora de la exhibición la contemplación y el drama.” En efecto: “Cada una de las nociones puntera desarrolladas en Occidente (dice Geertz) desde el siglo XVI sobre lo que es el Estado- monopolio de la violencia dentro de un territorio, comisión ejecutiva de la clase gobernante, agente delegado de la voluntad popular, invento pragmático para conciliar intereses- tiene su propia especie de dificultad en asimilar el hecho de que la mencionada fuerza exista (la fuerza ordenadora de la exhibición la contemplación y el drama). Ninguna ha producido una explicación trabajable de su naturaleza. Las dimensiones de la autoridad que no son fácilmente reducibles a una concepción de la vida política del tipo mando-y-obediencia, han sido dejadas a la deriva en un mundo indefinido de excrecencias, misterios, ficciones y decoraciones. Y sistemáticamente se ha malinterpretado la conexión entre lo que Bahegot llama las partes dignificas del gobierno y las eficientes.

“Esta mal interpretación, puesta de manera más simple es que la función, el oficio de las partes dignificadas es servir a las eficientes, que las primeras son artificios, más o menos astutos, más o menos ilusorios, diseñados para facilitar los objetivos más prosaicos del gobierno. La simbología política –desde el mito, la insignia y la etiqueta, hasta los palacios, los títulos y las ceremonias- no son más que el instrumento de propósitos ocultos debajo de ella) o por encima. Su relación con los verdaderos asuntos políticos –dominación social- son todos extrínsecos: “Divinidad estatal que obedece a los afectos de las personas”.[7]

Y la crítica podría tener vigencia aún, si se considera que lo más cercano que tenemos conocimiento como  aproximación de asumir la teatralidad desde lo que ella hace, se encuentra en el antropólogo político, Balandier. Este autor se referirá a la teatrocracia,  término cuya paternidad reconoce en  Nicolás Evreinov, para este director y teórico del teatro, existe asiento teatral en todas las manifestaciones de la existencia social, en especial en aquellas donde el poder tiene un papel importante.  Dirá Evreinov:

“Examine Ud. cada rama de la actividad humana y llegará a conclusiones similares. Verá Ud. que los reyes, los hombres de Estado, políticos, los guerreros, los banqueros, los hombres de negocios, los sacerdotes, los doctores, todos, pagan un tributo diario a la teatralidad, todos se someten a los principios dictatoriales de escena.


“Entonces comprenderemos también que la teatralidad todo lo domina, y que la población de nuestro planeta se encuentra gobernada, no por democracias, ni aristocracias, o plutocracias, sino por una “teatro-cracia”. Es el único régimen durable; está por encima de todos los regímenes políticos; ninguna revolución puede derribarlo y sobrevivirá a todas las fases de la evolución.”[8]

Para Balandier, los sistemas de poder tienen efectos similares a los que el teatro genera. Existe una relación íntima entre la puesta en escena y el arte de gobernar, las técnicas dramáticas son usadas para gobernar, el gobernante debe ser un actor político, lo que implica una apariencia, un discurso etc., los gobernantes deben superar las expectativas que de él se tienen, y esto no solo en las democracias. De esto existen múltiples ejemplos, desde el Bali de Geertz que por supuesto Balandier no nombra, pasando por  el príncipe de Maquiavelo (Savaronarola) que usa la religión para una transformación política total yterminando por  cualquier presidente actual.

El gran actor político, dirá Balandier, se servirá de lo imaginario para dirigir lo real, “puede, por otra parte, centrarse en una u otra de las escenas, separarlas, gobernar y hacerse él mismo espectáculo. El imaginario clásico proyecta sobre la escena en que se cumple el drama lírico las representaciones de un orden totalmente armónico. Produce ilusión y, haciéndolo, la justifica”[9].

Sin embargo, aún para Balandier la teatralidad sirve a algo más, en este caso a  la legitimidad, un poder establecido únicamente a partir de la fuerza o la razón únicamente, se vería constantemente amenazado, por lo que necesita de la teatralidad que tiene múltiples modelos, desde una forma religiosa que convierte el poder en una réplica o manifestación de otro mundo, como en el caso de Bali, que Geertz llama la doctrina del centro ejemplar, “corte y capital es la vez un microcosmos del orden sobrenatural (una proyección en escala menor) y la encarnación material del orden político”[10]. En otros casos, se acude al pasado colectivo y  también al mito del héroe, que será una forma agudizada de teatralidad, sin importar  sus capacidades, al héroe lo hace su fuerza dramática, el héroe señalará el futuro promisorio para sus súbditos.

La Democracia es para este autor el sistema donde la teatralidad es más débil, el poder se vale principalmente del arte de la persuasión, y solo en épocas de crisis adquirirá la teatralidad nueva fuerza. Con la utilización de los medios de masas por parte del poder, el Estado se transforma en Estado-espectáculo, “el teatro de ilusiones”, pero se trata solo de una ampliación de la teatralidad que siempre ha existido en las relaciones de poder. No solo las formas de gobierno sino las circunstancias influyen en el aumento de la teatralidad, como la desigualdad, el dominio exterior, el triunfo de la revolución. Pero independiente del régimen, todo poder político obtiene subordinación a través de la teatralidad, aunque esta sea más ostensible en unas que en otras. La teatralidad representa a la sociedad gobernada, le da una visibilidad en el exterior a su vez que le da una imagen de sí misma.

El poder usa el teatro para “señalar su asunción de la historia (conmemoraciones), exponer los valores que exalta (manifestaciones) y afirma su energía (ejecuciones)”[11]. Es este el más dramático de todos los aspectos porque activa la violencia de las instituciones y porque sanciona públicamente la transgresión que la sociedad y el poder han declarado inviolables.

El autor refiere formas en que se despliega el poderío político como en la arquitectura, lo cual también señalaba Geertz cuando hacia un análisis de la arquitectura del palacio al que ya se aludió, también al silencio y a un lenguaje propio.

Balandier dará una respuesta a alguno de los interrogantes que el estudio de Geertz dejaba entrever, dirigido a  la no aplicación exclusiva de la categoría Estado teatro en una sociedad tradicional como la de Bali en el siglo XIX, esta vez bajo el nombre de teatrocracia; al igual que la falta de justicia que se le hacía a este Estado-teatro al intentar comprenderlo desde las  la teorías políticas contemporáneas, parecía acertada.  En efecto, la extensión de dichas críticas a los Estados modernos, parecía no ser tan evidente, pero Balandier, dirá que “las sociedades de la modernidad permanecen en relación con todos estos aspectos, más próximas a la tradición de lo que podría antojarse. Han cambiado el modo de la representación, puesto que han sufrido los efectos de la laicización, pero no por lo que se refiere a lo esencial”[12].

Podríamos preguntarnos qué tan cercano está realmente Geertz de Balandier, este último en algunos apartes parece caer en lo que Geertz criticaba a las teorías políticas contemporáneas, cuando muestra  la teatralidad no como un fin en sí misma,  sino como una forma de legitimar el poder, solo que a diferencia de estas teorías políticas que Geertz critica, Balandier le dará un importante papel a la teatralidad, quizá el mas importante.

 

BIBLIOGRAFIA

BALANDIER, Georges. El poder en escena. Ediciones Paidos. 1994

EVREINOFF, Nicolas. El teatro en la vida. Ediciones Ercilla,1936

GEERTZ Clifford. Negara. El Estado-teatro en el Bali del siglo XIX. Editorial Paidós. España. 2000
HUIZINGA J. Homo Ludens. El juego y la cultura. Fondo de Cultura Economica México 1943


 
[2] Una atenta recolección del término estado-teatro en historia se encuentra en la obra sobre Historia Universal del Estado del Doctor Bernd Marquardt.
[3] GEERTZ Clifford. Negara. El Estado-teatro en el Bali del siglo XIX. Editorial Paidós. España. 2000. Pág.
[4] Podría discutirse si el Negara es una estado en el sentido moderno del termino.
[5] GREERTZ, Óp. Cit. Pag. 28
[6] GREERTZ, Óp. Cit. Pág. 218 y 219.
[7] GREERTZ, Op. Cit. Pág. 218
[8] EVREINOFF, Nicolas. El teatro en la vida. Ediciones Ercilla,1936,  pág. 84-85
[9] BALANDIER, Óp. Cit. pág. 17 y 18
[10] GREERTZ, Óp. Cit. Pag. 192
[11] BALANDIER, Óp. cit, pág. 23
[12] BALANDIER Óp. cit. pág. 35

jueves, 7 de febrero de 2013


La serie Escalona y el derecho.

Siguiendo con el tema del vallenato, al que dediqué el último blog y como ya pueden intuir algunos, estoy siguiendo con entusiasmo la novela Escalona. En uno de los últimos capítulos, el cual se refiere al incidente del gavilán cebado,  se observa una visión del derecho muy interesante.
En la aventura de este capitulo, un enemigo de Escalona  corre a través de la radio la noticia, de que Rafael Escalona es el gavilán cebado. El gavilán cebado fue un hombre que causó la conmoción de la región por robar la virginidad a muchas jóvenes, en la serie, por  radio se difunde la noticia que el tan buscado gavilán cebado, es el compositor, aclaró que se trata de la seríe, porque no fué así como sucedió. Inmediatamente el pueblo comienza a rumurar, y lo que antes parecía un mal entendido, se convierte en una certeza para la población, que se fía en la veracidad de un medio tan importante como la radio. No tardan en llegar las autoridades desde Santa Marta, con orden de captura encontra de Escalona, quien se esconde en la finca de la vieja Sara, que con celo impide una inspección al lugar, y la ciudad es empapelada con carteles de: se busca.
El dilema jurídico que recorre el evento, consiste en si debe o no Escalona, entregarse a los autoridades, sabiendo él, en su interior que es inocente. El Mane, este gran artista amigo de Escalona, es de la convicción que sí debe ser,  lo cual por demas hablaría de su inocencia; pero Escalona, la vieja Sara, Pipe y otros, son del posición que no. La razón para no entregarse voluntariamente, es la siguiente: de entregarse, Escalona pasaría mucho tiempo en la cárcel hasta que las autoridades finalmente descubran al verdadero gavilán cebado, ante esta incertidumbre, resulta mejor ser un prófugo de la justicia. Finalmente se logra dar con el verdadero gavilán, que resulta ser un cura de la región, el paso siguiente, es recuperar la honra del compositor, para esto se trasmite en la radio la rectificación y se acompaña la misma de la presentación en vivo de la canción El Gavilan Cebado, de autoría de Escalona. El protagonista, termina con la frase: la justicia se demora, pero llega.
La visión del derecho que trae este capitulo, es que las autoridades son capaces de llevar a la cárcel a una persona, a pesar de no tener pruebas contundentes, y que de otra parte, es posible que esta persona inocente pase largo tiempo en la cárcel hasta que se llegué a la verdad del asunto, ante estas fallas del sistema judicial, más vale pasar por prófugo, a pesar de esto, existe la confianza en que algún día el asunto se esclarecerá. El capitulo deja, un sabor de impunidad, ante la fuga del gavilán, (como dice la canción: ¿A donde vive el gavilán ahora? eso solamente lo sabe Dios).  El capitulo también se refiere a la importancia que un medio como la radio tenía para el momento, y la credibilidad que la población daba al mismo, además de la irresponsabilidad de estos al propagar esta falsa que causó grande daño a la persona del compositor y finalmente la feliz reparación que se da con la presentación de la canción.  Resalta, la gran virtud del compositor que hacía de hechos desagradables, motivo de inspiración, recordemos una de las estrofas de este merengue:

Allá en la Sierra vive un gavilán cebado
que es el terror y el control de las mujeres
le ponen trampas para matarlo
pero él es adivino y entonces no viene
Levanta el vuelo de madrugadita
cuanto todo el mundo se encuentra dormido
y amaneciendo regresa a su nido
pero en las uñas lleva una pollita
¡Ay! señores tengan cuidado
que aquí está el gavilán cebado
muchachas dejen la bulla
que llegó el gavilán sin plumas

Existe también una visión un poco más sútil,  en la frase que refleja la opinión de algunos conocedores de Escalona, de que: Escalona, es un borracho, un mujeriego, un sinvergüenza, pero no un delincuente. Es interesante esta diferenciación, entre el sinvergüenza vallenato que encarna este compositor y el delincuente. ¿En qué consiste? En que el primero, a pesar de todo es un buen hombre, el delincunte sin embargo es el que comete una fechoria de manera deliverada, alguien con maldad. Un sinvergüenza como Escalona, podría haber cometido una echo tipificado como el contrabando, pero aún así no sería una mala persona.
El capítulo tambien es interesante, frente a lo que significaba la virginidad para el momento, y el concentimiento de las menores. Esto sin embargo, daría para otro blog, sobre la perspectiva de género en Escalona.
Los invito a escuchar de nuevo esta bella melodía: http://grooveshark.com/#!/search/song?q=Ivo+D%C3%ADaz-Colacho+Mendoza+El+Gavil%C3%A1n+Cebao

viernes, 1 de febrero de 2013

LIBERTAD DE CREACIÓN ARTÍSTICA Y VALLENATO
 
 
No hay una sistematización de los juicios judiciales al arte, sin embargo hay algunos eventos que han pasado a la historia y permiten seguirle un poco la huella a estos. Uno de los más famosos y pintorescos debe ser, el juicio que a Rafael Escalona. La historia de este juicio, como la vida del juglar, están llenas de leyendas, pero lo pintoresco de este suceso parece confirmar su veracidad.
Cuenta la historia, que Escalona y la Maye, se encontraron un día un armadillo en una finca, el cual adoptaron como mascota. El armadillo se ganó a animadversión de la madre, por lo que Escalona decidió llevarlo consigo a Valledupar. En el viaje, a Romancho Peraza se le ocurrió que el armadillo era idéntico a Sabas Torres, esto bastó para servir de inspiración a Escalona que compuso la canción: El segundo Jerre-Jerre.
 
Tengo un armadillito
que en el Jobo me encontré;
tan inocente que es
y me lo tienen mal visto.
El primo Romancho
tiene cosas que me mortifican;
ha dicho que el Jerre-jerre
se le parece a Sabitas...


Luego el canto alcanzó popularidad, colmando la paciencia de Sabas Torres, quien demandó a Escalona. El 5 de febrero de 1951, se lo hizo comparecer  al despacho del Alcalde. El defensor de Escalona, Carlitos Noriega, al parecer se extendió sobre la teoría poética y se comenzó a tocó la canción, como prueba. También se mostró al armadillo, lo que causó la risa de todos los presentes y exasperó aun más al demandante, ocasionando tal desorden, que Escalona se salió de la Alcaldía. Luego del suceso Escalona dejó de componer, por algún tiempo.
El suceso es retomado por Escalona en la primera estrofa de otra de sus canciones:
"Yo había resuelto no hacer más canto desde el suceso del jerre-jerre porque Sabitas me demandó.
Pero en elmundo suceden casos y me dan ganas y no me aguanto, como a Juana Arias le sucedió... "
(Primera estrofa de "La Patillalera", de Rafael Escalona)


 

 

En el 2012, se dio otro evento en el mundo vallenato. El cantante Iván Villazón grabó en su más reciente disco la canción El María Namén, de composición de Oswaldo Castro Torres. María Namén, para los que no son conocedores del mundo vallenato, es una reconocida señora, hermana del compositor Camilo Namén, amigo de Ivan Villazón. La canción habla de pedir una María Namén, para hacer alusión a una botella de trago, frase que al parecer ha hecho carrera en la región. Al final parece que la dama, desistió de la demanda.

Antonio Caro y su obra San Andrés




De alguna manera, nuestra país se sumió en una especie de depresión luego de lo sucedió con el fallo de San Andrés en el Tribunal de Haya, vino diciembre con su alegría y de otra parte el gobierno esta dándole largas a la aplicación del fallo, y  hemos dejado un poco la tristeza a atrás, pero las cosas no son así de simples, nuestro país tendrá que cumplir el fallo y es importante que se dé un duelo y que aprendamos de lo sucedidos. ¿Cuál es la enseñanza?, pueden ser muchas, pero creo que entre ella esta una reconsideración de las riquezas del país que deje la mentalidad de hacendados, y lleve nuestra atención hacia la zona marítima, de otra parte, una reevaluación de nuestras relaciones internacionales, que considere nuestro vecinos, y finalmente una apropiación por parte de la población y los medios de comunicación y la academia sobre temas fundamentales, sobre un tema tan importante para el país, y sobre todo la exigencia de un politica diplomatica mas traparente y que involucre la ciudadanía.

De otra parte, leyendo el libro de Álvaro Robayo Alonso, La crítica a los valores hegemónicos en el arte colombiano, me encontré con una obra de Antonio Caro que quizás pueda darnos luces sobre lo sucedido. Considero que el arte cumple un papel muy importante en la comprensión de nuestra idiosincrasia y en este caso el autor fue bastante lúcido al respecto.

Antonio Caro, es un artista muy importante en Colombia y ha hecho una crítica radical a varios aspectos del país, aquí sin embargo quisiera dedicarme tan solo a su obra DIEZ PESOS o también conocida como San Andrés. Una obra, que el artista presentó en 1997 en la Galería Santafé, que funciona en el edificio del Planetario Distrital. Veamos el análisis de Robayo:

“El archipiélago de San Andrés y Providencia, localizado en el mar Caribe, al norte, y a considerable distancia de las costas colombianas, tuvo desde siempre, por sus bellezas naturales, un claro atractivo turístico. Para estimularlo, el gobierno nacional lo declaró, hace ya muchos años, puerto libre. Desde entonces, la encantadora población de San Andrés, con sus casas de madera de arquitectura tradicional, se convirtió en una serie ininterrumpida de almacenes que aguardan, con sus mercancías adocenadas, a los ávidos compradores de tierra firme. De repente, y por motivos políticos internos, Nicaragua decide revivir viejas aspiraciones sobre el archipiélago, y Colombia, con el patriotismo reavivado, siente amenazados sus sacrosantos derechos sobre unas tierras habitadas por unos nativos de culturas muy distintas y a las que ha convertido en un emporio comercial de pacotilla, asfixiado por los inmigrantes y con graves problemas ecológicos.

Las viejas monedas de diez pesos que usa Antonio Caro en su instalación llevan el mapa de San Andrés y Providencia en una de sus caras; son de mayor tamaño que las demás monedas acuñadas recientemente en Colombia y, en consecuencia, están elaboradas con un metal barato que les da una apariencia muy ordinaria. La acelerada devaluación del peso puso rápidamente fuera de circulación este testimonio del aprecio que manifiesta el país por sus territorios insulares. Como en el caso de Colombia-Coca-Cola, Caro ha construido una metáfora visual. Al contemplar la obra pensamos al mismo tiempo en San Andrés y Providencia y en el dinero circulante. La obra presenta la realidad en la que el archipiélago se ha convertido.

El letrero DIEZ PESOS, formado por monedas de esa misma denominación, parece a primera vista un ejemplo más de las trajinadas  tautologías tan caras al arte conceptual. Pero si tenemos en cuenta que esas monedas llevan en una de sus caras el plano del archipiélago, su significado no dista mucho del parte de la obra arriba descrita. Y lo más importante es que la totalidad de la instalación, así entendida, termina expresando, no una idea original de Antonio Caro, sino haciendo explícito el sentido del trabajo de los diseñadores de las monedas colombianas, que probablemente no comprendieron el significado real de lo que diseñaban” (Robayo 89 y 90)