viernes, 1 de febrero de 2013

Antonio Caro y su obra San Andrés




De alguna manera, nuestra país se sumió en una especie de depresión luego de lo sucedió con el fallo de San Andrés en el Tribunal de Haya, vino diciembre con su alegría y de otra parte el gobierno esta dándole largas a la aplicación del fallo, y  hemos dejado un poco la tristeza a atrás, pero las cosas no son así de simples, nuestro país tendrá que cumplir el fallo y es importante que se dé un duelo y que aprendamos de lo sucedidos. ¿Cuál es la enseñanza?, pueden ser muchas, pero creo que entre ella esta una reconsideración de las riquezas del país que deje la mentalidad de hacendados, y lleve nuestra atención hacia la zona marítima, de otra parte, una reevaluación de nuestras relaciones internacionales, que considere nuestro vecinos, y finalmente una apropiación por parte de la población y los medios de comunicación y la academia sobre temas fundamentales, sobre un tema tan importante para el país, y sobre todo la exigencia de un politica diplomatica mas traparente y que involucre la ciudadanía.

De otra parte, leyendo el libro de Álvaro Robayo Alonso, La crítica a los valores hegemónicos en el arte colombiano, me encontré con una obra de Antonio Caro que quizás pueda darnos luces sobre lo sucedido. Considero que el arte cumple un papel muy importante en la comprensión de nuestra idiosincrasia y en este caso el autor fue bastante lúcido al respecto.

Antonio Caro, es un artista muy importante en Colombia y ha hecho una crítica radical a varios aspectos del país, aquí sin embargo quisiera dedicarme tan solo a su obra DIEZ PESOS o también conocida como San Andrés. Una obra, que el artista presentó en 1997 en la Galería Santafé, que funciona en el edificio del Planetario Distrital. Veamos el análisis de Robayo:

“El archipiélago de San Andrés y Providencia, localizado en el mar Caribe, al norte, y a considerable distancia de las costas colombianas, tuvo desde siempre, por sus bellezas naturales, un claro atractivo turístico. Para estimularlo, el gobierno nacional lo declaró, hace ya muchos años, puerto libre. Desde entonces, la encantadora población de San Andrés, con sus casas de madera de arquitectura tradicional, se convirtió en una serie ininterrumpida de almacenes que aguardan, con sus mercancías adocenadas, a los ávidos compradores de tierra firme. De repente, y por motivos políticos internos, Nicaragua decide revivir viejas aspiraciones sobre el archipiélago, y Colombia, con el patriotismo reavivado, siente amenazados sus sacrosantos derechos sobre unas tierras habitadas por unos nativos de culturas muy distintas y a las que ha convertido en un emporio comercial de pacotilla, asfixiado por los inmigrantes y con graves problemas ecológicos.

Las viejas monedas de diez pesos que usa Antonio Caro en su instalación llevan el mapa de San Andrés y Providencia en una de sus caras; son de mayor tamaño que las demás monedas acuñadas recientemente en Colombia y, en consecuencia, están elaboradas con un metal barato que les da una apariencia muy ordinaria. La acelerada devaluación del peso puso rápidamente fuera de circulación este testimonio del aprecio que manifiesta el país por sus territorios insulares. Como en el caso de Colombia-Coca-Cola, Caro ha construido una metáfora visual. Al contemplar la obra pensamos al mismo tiempo en San Andrés y Providencia y en el dinero circulante. La obra presenta la realidad en la que el archipiélago se ha convertido.

El letrero DIEZ PESOS, formado por monedas de esa misma denominación, parece a primera vista un ejemplo más de las trajinadas  tautologías tan caras al arte conceptual. Pero si tenemos en cuenta que esas monedas llevan en una de sus caras el plano del archipiélago, su significado no dista mucho del parte de la obra arriba descrita. Y lo más importante es que la totalidad de la instalación, así entendida, termina expresando, no una idea original de Antonio Caro, sino haciendo explícito el sentido del trabajo de los diseñadores de las monedas colombianas, que probablemente no comprendieron el significado real de lo que diseñaban” (Robayo 89 y 90)

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