Antonio Caro y su obra San Andrés
De alguna manera, nuestra país se
sumió en una especie de depresión luego de lo sucedió con el fallo de San Andrés
en el Tribunal de Haya, vino diciembre con su alegría y de otra parte el
gobierno esta dándole largas a la aplicación del fallo, y hemos dejado un
poco la tristeza a atrás, pero las cosas no son así de simples, nuestro país tendrá
que cumplir el fallo y es importante que se dé un duelo y que aprendamos de lo
sucedidos. ¿Cuál es la enseñanza?, pueden ser muchas, pero creo que entre ella
esta una reconsideración de las riquezas del país que deje la mentalidad de hacendados,
y lleve nuestra atención hacia la zona marítima, de otra parte, una reevaluación
de nuestras relaciones internacionales, que considere nuestro vecinos, y
finalmente una apropiación por parte de la población y los medios de
comunicación y la academia sobre temas fundamentales, sobre un tema tan importante para el país, y sobre todo la exigencia de un politica diplomatica mas traparente y que involucre la ciudadanía.
De otra parte, leyendo el libro
de Álvaro Robayo Alonso, La crítica a los valores hegemónicos en el arte
colombiano, me encontré con una obra de Antonio Caro que quizás pueda darnos
luces sobre lo sucedido. Considero que el arte cumple un papel muy importante
en la comprensión de nuestra idiosincrasia y en este caso el autor fue bastante
lúcido al respecto.
Antonio Caro, es un artista muy
importante en Colombia y ha hecho una crítica radical a varios aspectos del
país, aquí sin embargo quisiera dedicarme tan solo a su obra DIEZ PESOS o también conocida como San Andrés. Una
obra, que el artista presentó en 1997 en la Galería Santafé, que funciona en el
edificio del Planetario Distrital. Veamos el análisis de Robayo:
“El archipiélago de San Andrés y
Providencia, localizado en el mar Caribe, al norte, y a considerable distancia
de las costas colombianas, tuvo desde siempre, por sus bellezas naturales, un
claro atractivo turístico. Para estimularlo, el gobierno nacional lo declaró,
hace ya muchos años, puerto libre. Desde entonces, la encantadora población de
San Andrés, con sus casas de madera de arquitectura tradicional, se convirtió
en una serie ininterrumpida de almacenes que aguardan, con sus mercancías
adocenadas, a los ávidos compradores de tierra firme. De repente, y por motivos
políticos internos, Nicaragua decide revivir viejas aspiraciones sobre el archipiélago,
y Colombia, con el patriotismo reavivado, siente amenazados sus sacrosantos
derechos sobre unas tierras habitadas por unos nativos de culturas muy
distintas y a las que ha convertido en un emporio comercial de pacotilla,
asfixiado por los inmigrantes y con graves problemas ecológicos.
Las viejas monedas de diez pesos
que usa Antonio Caro en su instalación llevan el mapa de San Andrés y
Providencia en una de sus caras; son de mayor tamaño que las demás monedas
acuñadas recientemente en Colombia y, en consecuencia, están elaboradas con un
metal barato que les da una apariencia muy ordinaria. La acelerada devaluación
del peso puso rápidamente fuera de circulación este testimonio del aprecio que
manifiesta el país por sus territorios insulares. Como en el caso de
Colombia-Coca-Cola, Caro ha construido una metáfora visual. Al contemplar la
obra pensamos al mismo tiempo en San Andrés y Providencia y en el dinero
circulante. La obra presenta la realidad en la que el archipiélago se ha
convertido.
El letrero DIEZ PESOS, formado
por monedas de esa misma denominación, parece a primera vista un ejemplo más de
las trajinadas tautologías tan caras al
arte conceptual. Pero si tenemos en cuenta que esas monedas llevan en una de
sus caras el plano del archipiélago, su significado no dista mucho del parte de
la obra arriba descrita. Y lo más importante es que la totalidad de la
instalación, así entendida, termina expresando, no una idea original de Antonio
Caro, sino haciendo explícito el sentido del trabajo de los diseñadores de las
monedas colombianas, que probablemente no comprendieron el significado real de
lo que diseñaban” (Robayo 89 y 90)
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