LA LUCHA
Imagine que hay
en usted dos fuerzas, una destructiva y otra más bien constructiva, en
ocasiones las dos llegan a alianzas, pero las más de las veces parecen dividas,
y en esa división está usted como tercero víctima de las dos.
Surge una
invitación a hacer algo, la fuerza uno dice: no, la fuerza dos dice: sí, se
necesita entonces más que una invitación, se necesita un reto o bueno al menos
la promesa de algo, para que la fuerza negativa se interesé y deje esta vez que
la fuerza positiva gane la partida.
La promesa llega
y la decisión parece irrevocable, es un Sí!!!, casi una fatalidad, la fuerza
positiva se relaja luego de su victoria.
Llega el día, y
de manera incomprensible aunque no por ello menos significativa, se ha olvidado
la invitación, o la promesa?, el reto?, quizás la fuerza negativa estuvo en
conversaciones con el inconsciente esa noche, quizás lo chantajeó con una
imagen de la niñez, o un sueño de gloria, en fin algo gratificante.
Pero aún no todo
está perdido, está también la voluntad de la otra persona. Veamos que sucede en
la otra persona: al tomar la decisión de la invitación calló con un gesto contundente
a su fuerza negativa, ahora todo dependía de otra voluntad. Pero con el olvido la
decisión parece volver a ella, una segunda oportunidad, otra invitación, gana
de nuevo la fuerza positiva.
En el
entretanto, en la voluntad primera, la fuerza positiva viene con sus reproches,
habría que haber ido, hay que ir ¡ya!,
correr, pero estará todavía dispuesta la otra voluntad?.
Parece que sí,
pero ahora hay que acomodar el encuentro a situaciones externas, la lluvia, un
asunto que atender, se renegocia la hora, parece que por fin se llega
a un acuerdo. Pero inmediatamente se advierte
que quizás el inconveniente no fue tan fortuito, que quizás nunca quisimos
decir sí, pero ya dijimos que sí, es más, ya dijimos que sí dos veces, entonces
la decisión es clara, solo faltan pequeños detalles, como ¿dondé?, la logística.
En el entretanto
la voluntad dos, ha esperado, y la espera misma ha generado ciertas
inseguridades, quiere ella que se produzca el encuentro?, y lo quiere ahora
después que ha tenido que renegociar, perdiendo también ella un poco en la
negociación, el tiempo pasa y se hace necesario poner un límite, una hora fatal
que solo ella conoce, un término para que la vida continúe su ritmo normal,
algo que cierre este paréntesis, y negocia con sigo misma una hora, la hora
decisiva, todo será posible antes de esa hora, pasada esta, la suerte estará echada. Finalmente se siente un poco aliviada por dejarle este peso al azar, ahora solo
queda esperar.
La hora decisiva
llega, y ella se prepara para seguir, entonces entra la llamada, de nuevo la pelota
llega a ella, ¿qué hacer? Se produce una batalla interna, la fuerza positiva le
dice que quizás esta vez sí sea posible, que luego de toda esa lucha solo se
necesita contestar, la fuerza negativa le recuerda la hora fijada, y le trae en
un segundo la frustración de los intentos anteriores. Finalmente la fuerza
negativa se apropia de la mano derecha y da como respuesta un cancelar llamada,
para ser interpretado como una bofetada.
La lucha ha
terminado. Aunque todavía podría llamar, no se necesita ni siquiera una excusa
para no contestar si la llamada se hace en el momento inmediatamente después. Entonces le
viene una frase de una amiga: ¡Eso es lo maravillo, que aunque podría no pasar,
pasé!, y deja de nuevo el encuentro al azar. El azar sin embargo da una
respuesta que se hace cada vez más contundente conforme el tiempo avanza: por
su parte no habrá encuentro.
Luego viene el
proceso que llaman duelo, pero entonces una sonrisa bosquejada señala que por fin algo
se ha comprendido, que más que el encuentro se buscaba la batalla por el
encuentro, ambos han ganado, han recibido su dosis de emoción y frustración. Pero la sonrisa en potencia es borrada por otra certeza, la certeza de que si al menos uno de ellos hubiera deseado con toda su fuerza el encuentro, este habría tenido lugar.
ADVERTENCIA: LES PROMETO QUE ESTO NO SE VA A VOLVER UN BLOG LITERARIO
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