lunes, 18 de enero de 2021

 

SER GUÍA DEL LABORATORIO CANO

 

El Laboratorio Cano puede entenderse como un cuestionamiento sobre quién tiene el poder para definir lo artístico, si el Museo, si la Escuela, si el artista, si el Curador, si el visitante  e incluso si el Guía[1]. Pero ¿Es el guía pertinente en esta exposición?, esta pregunta parece obligada para cualquier guía que quiera cumplir con la exigencia de sinceridad que el Laboratorio Cano parece reclamarnos.

 

La función del guía es controvertida en cualquier exposición de arte contemporáneo, pero resulta además particularmente problemática en esta. El guía del Museo de Arte, es la persona encargada de verificar en el espectador los criterios de identificación sensible de la obra de arte expuesta. El laboratorio Cano consiste en esa misma verificación hecha exposición[2], el laboratorio parte de la premisa según la cual actualmente no se reconoce en la sensibilidad común un vehículo de conocimiento, y que exponer obras de arte debería significar la determinación de criterios de identificación sensible que aporta la obra de arte, para lo cual crea un teatro experimental invitando al publico a ver un proceso antes que objetos artísticos. La exposición es ante todo la escenificación de unas obras de arte en forma de proceso o, dicho de otro modo, la exposición del proceso mediante el cual se escenifica un conjunto de obras de arte . La diferencia con otras exposiciones está tanto en el punto de partida de la sensibilidad como productora de verdad, como en  la explicitación de la intensión de generar conocimiento escenificando el proceso.

 

El guía jugaba un rol importante en las otras exposiciones, precisamente porque se trataba de exposiciones de arte (no de escenificación de procesos), exposiciones que buscaban satisfacer un goce sensible sin obligar a reflexionar sobre la verdad de la sensibilidad, de allí que la función del guía en estas exposiciones era llevar a la reflexión sobre la sensibilidad que permitiría que este Museo, como Museo Universitario cumpliera su función de ser horizonte de significación de la obra de arte.

 

Desde esta perspectiva el Laboratorio Cano no requiere de guías porque tiene su propio espacio de verificación, la Zona de Recuperación, donde el visitante entra en juego como espectador.

 

Difícilmente podría existir una exposición pensada para necesitar de guianza, y una exposición en la que el guía se haga estrictamente necesario puede considerarse como una exposición fallida. Aún así, los guías existimos y lo hacemos en parte porque hay una demanda de nuestros servicios.

 

Las visitas guidas son ante todo experiencias colectivas, y su riqueza se encuentra en el intercambio de ideas sobre lo que sucede en las sensibilidades producto del encuentro con la obra, la función principal del guía es propiciar ese dialogo de manera que la experiencia sensible de los participantes, y la de otras experiencias que el guía retiene producto de recorridos anteriores, sea enriquecida, si esto es así,  un experimento como El Laboratorio Cano, podría enriquecerse con la función del guía en la medida en que como propuesta académica este intercambio colectivo permitiría una mayor reflexión.

 

Más aún, si bien una exposición de arte se puede considerar como fallida cuando se hace estrictamente necesaria la participación del guía, en esta que es un experimento antes que una exposición, la función del guía se torna necesaria. En primer lugar por una razón ética, que es la de devolverle al público su estatus de visitante antes que de sujeto experimental. Si El Laboratorio Cano es un experimento, no sobre los objetos de arte, sino un experimento sobre la sensibilidad del público, el visitante se convierte en un medio de experimentación antes que un fin en sí mismo,  el guía en este caso debería devolverle a este su dignidad privilegiando su sensibilidad antes que su posición de objeto verificación. En segundo lugar, porque el guía debería recordarnos que aunque se pretendan mostrar procesos (ya sean procesos curatoriales, o de experimentación de la sensibilidad), el encuentro del público se da con objetos presumiblemente artísticos ya que no es posible el encuentro sensible con procesos, desde esta perspectiva el guía le devuelve a la obra de arte a la exposición, evitando que esta se vuelva una exposición de estrategias curatoriales para el proceso de verificación. En tercer lugar porque si bien la Zona de Recuperación, fue pensada como un espacio de verificación, los espacios por sí mismos no obligan a la verificación, es decir que el que en esta sala existan unas residencias o que se coloque una línea del tiempo, o que se cuente con un tablero y unas sillas etc., no hace por sí mismo a ese espacio un espacio de verificación. La propia existencia de esta sala puede ser criticable, ¿por qué llevar esta verificación lejos de la obra artística?, ¿no podría esta sala estar simplificando y quitándole complejidad al contenido de verdad de la sensibilidad?[3] Estos son los peligros que el guía de esta exposición debe evitar, propiciando tanto una verificación no alejada de la obra, evitando que la construcción emitentemente pedagógica de esta sala le quite complejidad a su experiencia estética, y dándole un uso de intercambio de ideas antes que de ambiente pedagógico .



[1] Solo queda por fuera el vigilante cuyo papel parece condenado a ser ignorado, porque se asume que por su propia condición de presencia ciega y disciplinar, no pudiera reflexionar sobre su papel en determinación de la obra de arte.

[2] Esto se debe a que el profesor Burgos, fue tanto mentor de El Laboratorio Cano, como de La Escuela de Guías, y ambos espacios los llevó bajo la misma justificación teórica.

[3] Como en la segunda obra de residencia que muestra en fotos la forma en que el visitante tiene ciertos contactos permitidos o prohibidos con la obra, pero ¿El visitante no tuvo ya oportunidad de experimentarlos el mismo?, o ¿Incluso no estaba acaso la propia obra pensada para obligar a estos contactos?, por qué las fotos nos muestran las huellas sobre la arena, es decir contactos que perdurables e incluso evidente, y no otras más sutiles, y menos presupuestas por la obra misma.

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